En su momento, el gobierno de Jaime Lusinchi, quien había iniciado su gobierno con políticas de austeridad fiscal, al acercarse las elecciones de 1988 para asegurar el triunfo del candidato de Acción Democrática, Carlos Andrés Pérez, incrementó significativamente, como era de esperarse, el gasto público. Como consecuencia de esta medida no solo ganó su candidato, sino que Jaime Lusinchi salió del gobierno con un buen nivel de aprobación popular. Como consecuencia de su decisión dejaron tamaña deuda que condujo a Venezuela, directamente, a manos del Fondo Monetario Internacional, con los resultados que ya conocemos. (Gerardo Lucas, Carlos Andrés Pérez-El Gran Viraje. Ediciones UCAB, 2022)
Fue en la alocución frente al Parlamento en enero de 2022, cuando Maduro dio inicio el proceso de vender la ilusión de prosperidad al anunciar que “EL 2022 será el año del resurgimiento de la economía”. Dentro de esta tónica aseguró además que “el país había salido de la hiperinflación” y que la economía “creció en el 2021 al 4%, tras siete años de recesión”.
Siguiendo con la comparsa, en agosto del 2022, Calixto Ortega, presidente del Banco Central de Venezuela anunció, en una reunión del Consejo Nacional de Economía Productiva, que la economía venezolana había mostrado un crecimiento a nivel de dos dígitos en cuatro trimestres consecutivos, 14,61% en el tercer trimestre de 2021, 19,07 % en el cuarto trimestre de 2021, 17,04% en el primer trimestre de 2022 y estimaba el 18,70 % para el segundo trimestre del 2022 y culminó diciendo “la mayor de forma sostenida de América Latina” siendo el mansaje ampliamente recogido por la prensa nacional, Telesur e inevitablemente por la prensa extranjera.
Para el interlocutor instruido, la palabra de Calisto Ortega carece de valor, puesto que, dado que le gustan las comparaciones con otros países de América Latina, Venezuela podría ser el de mayor tasa de crecimiento en los últimos cuatro trimestres, pero también es el único que no tiene sus estadísticas de Cuentas Nacionales al día. La última vez que el BCV publicó las estadísticas de Cuentas Nacionales fue el 2019, hace tres años. Por otra parte, hay que notar que maneja, en su anuncio, datos globales, pero no series, ni datos sectoriales, que permitirían valorar la sostenibilidad o implicación de sus afirmaciones. En resumen, más que declaraciones, son propaganda.
Para la opinión pública venezolana, las declaraciones son digeridas, con un alto grado de escepticismo, pero queda sembrada la duda.
Los economistas independientes, con sus indicadores, también registran un crecimiento, aunque menor al afirmado por el BCV, fundamentado en el incremento de la producción petrolera, y los efectos positivos que tuvo en la economía la estabilización (momentánea) de nuestro signo monetario.
El tema de fondo no es que la economía haya crecido el 18% en los últimos cuatro trimestres, sino como señaló el Observatorio Venezolano de Finanzas en julio de 2022 “que la economía venezolana mantuvo veintisiete (27) trimestres consecutivos de una caída que comenzó en el cuarto trimestre de 2014 y finalizó el tercer trimestre de 2021. Ello ha implicado que al segundo trimestre de 2022 el tamaño de la economía venezolana haya sido apenas el 21% que el que tenía en el segundo trimestre de 2012, por tanto, la pérdida de actividad ha sido cuantiosa. Pocas veces se había observado una caída tan intensa y prolongada en una economía, en períodos que no estuvieron mediados por un conflicto armado”.
Lo importante a tener en cuenta, es que debemos ver con escepticismo el diluvio de declaraciones gubernamentales optimistas, en función del próximo proceso electoral y basadas en los que los entendidos llaman “mentir con estadísticas”.