Está vigente, más allá de las trapisondas cometidas en diferentes escenarios y latitudes, el principio democrático de una persona-un voto, que ayuda a hacer comprender que las instituciones y mecanismos de las democracias representativas son los principales objetos de análisis de la calidad de una democracia. “Por eso existen los procedimientos de auditoría post-elecciones que permiten realizar observaciones y contrastaciones de la igualdad del poder de cada voto para conformar una representación efectiva, a partir del cálculo de la igualdad en el peso del voto”, sentencian en su ensayo, José Antonio Beltrán y Rossana Almada Alatorre, trabajo académico presentado como aportaciones para la discusión sobre la igualdad del voto.
En Venezuela se desmorona el concepto defendido por Norberto Bobbio esgrimiendo que “la democracia es el conjunto de las reglas del juego que permiten tomar las decisiones colectivas, bajo el supuesto de igualdad”. Bien sabemos que en Venezuela, actualmente, no hay igualdad a la hora de poder expresar las ideas de cada persona. En nuestro país han trastocado el significado de algunos términos, uno de ellos el de opinar que, según lo que Ud. diga, puede ser interpretado por el régimen como un delito.
En esta era chavomadurista han clausurado y asaltado decenas de medios de comunicación, la herramienta de la censura, propia de la satrapía está más vigente que nunca en Venezuela, y algo mucho más deleznable: la autocensura. Sin libertad de expresión pierde calidad la democracia al desaparecer la igualdad para hacer valer nuestros derechos.
La reciente parodia electoral que se puso en escena en el Poliedro de Caracas para seleccionar a las reinas de la belleza venezolana, da una idea de cómo se están manejando las cosas en un país zarandeado por la crisis moral, que se suma a la pandemia de dificultades, de todo orden, que acosan a los venezolanos, dejando como una bufonada los guarismos de algunos encuestadores que pretenden hacernos ver fantasías, que no guardan relación con la patética realidad social y económica que sobrelleva la gente. En esa elección los miembros del jurado votaron por unas candidatas, pero las ganadoras fueron otras. Es decir que allí se aplicó el dicho que “una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.
Desde otro ángulo tenemos que existimos millones de venezolanos en el destierro a los que se nos pretende negar el derecho a elegir, como también les ocurriría a cerca de cuatro millones de electores que permanecen dentro el territorio nacional, pero sin posibilidades de actualizar su estatus en el Registro Electoral Permanente, o sea ciudadanos que ahora viven en Mérida pero aparecen inscritos en Caracas.
Para aderezar esas desigualdades el régimen dictatorial de Maduro ha desembolsado buenas pagas para apuntalar la narrativa según la cual “Venezuela se está arreglando”. Ese estribillo corre como la “espada de Bolívar por toda América Latina”, con la diferencia de que ese sable estaba bañado de victorias ciertas y ganadas en batallas bien libradas, mientras que el otro cántico es una estrofa de falsedades. Millones de ciudadanos jubilados, pensionados, trabajadores formales e informales, profesionales de todas las disciplinas, desde médicos hasta educadores, no pueden estar viviendo “muy bien” en un país en donde el salario sigue siendo paupérrimo y la tragedia de los servicios públicos en vez de arreglarse se agrava continuamente, tal como acontece hoy día en las poblaciones y barriadas del estado Nueva Esparta. ¿Está bien una persona que sin embargo, se atreve a meterse en la selva del Darién a ver cómo llega a un lugar distinto al país en donde lo que tiene garantizado es la muerte?
@alcaldeledezma