Un cierto número de personas decidieron estar por encima de las libertades innatas del ser humano, convertidos ellos en jueces que han ocupado las instituciones del Estado, convirtiéndolas en tribunales y confiscado el futuro del país y hasta la vida de seres humanos venezolanos.
Los que transformaron las políticas públicas en un puñado de mendrugos para mitigar la misma miseria que ellos generaron, no son merecedores ni de la confianza ni de la estima de ningún venezolano honesto; su probable masa física y sus instrumentos de guerra no pueden imponerse sobre la fuerza moral del país.
Amañados en pretender ser justos porque otorgan las limosnas en eventos creados por su malintencionado proceder, es esencialmente repugnante; la verdadera justicia es la que se sostiene por la independencia de poderes y el cumplimiento por todos del marco legal; siendo solo de esta forma, que la igualdad se establece no en las limitaciones o fortalezas, sino en las posibilidades que el propio Estado proporcione la seguridad y por lo tanto, la posibilidad de que cada quien pueda superar las limitaciones y aprovechar las fortalezas.
Es entonces cuando la superioridad de los ciudadanos genera el aprovechamiento de las oportunidades por el libre albedrío para pensar, educarse, trabajar, innovar, crear riquezas para su propio desarrollo y por consiguiente, al desarrollo de su sociedad; precisamente movilizando los instrumentos no de la represión y la barbarie, sino de la industria, el desarrollo y el bienestar.
En estos tiempos preparatorios para un franco cambio en las estructuras del Estado, los venezolanos debemos dar un voto de confianza no solo a la democracia, que no se circunscribe en un hecho meramente electoral, sino mucho más que eso, para implementar los valores humanos y la moral, momento en el cual las libertades civiles, económicas y en general la libertad individual abran caminos hacia la felicidad y estabilidad política que Venezuela se merece.
@abrahamsequeda