El miércoles 17 de julio de 2019, después de cuatro meses meses de juicio, el mundo finalmente supo el veredicto de los jueces contra Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, cofundador del Cártel de Sinaloa: culpable de 10 delitos relacionados con el tráfico de drogas y lavado de dinero.
Por infobae.com
La pena fue de cadena perpetua y 30 años adicionales por haber envenenado a los estadounidenses durante más de tres décadas con toneladas de drogas traídas desde Centroamérica y Sudamérica hacia México, y de ahí hacia Estados Unidos y Canadá.
El narcotraficante de 65 años, que será recordado en la posteridad por su impacto mediático y sus fugas espectactulares de prisiones de máxima seguridad, aprovechó su alegato final ante el juez Brian Cogan para agradecerle a su esposa, Emma Coronel Aispuro, así como a su familia, por el “apoyo incondicional” que le mostraron.
“A todas las personas que oraron por mí, esas oraciones me dieron fortaleza para pasar esta tortura que estoy pasando a lo largo de 30 meses”, dijo el capo sinaloense tras enterarse que iba pasar el resto de sus días en ADX Florence o United States Pententiary, Administrative Maximum Facility.
“El Chapo” también aprovechó para criticar el trato que las autoridades estadounidenses le habían dado al calificar su encierro como “una tortura”.
“Es lo más inhumano que he pasado en mi vida. Las condiciones de confinamiento que he vivido en los últimos 30 meses han sido una gran tortura”, comentó el fundador del Cártel de Sinaloa.
“Trato injusto”
En septiembre del año pasado “El Chapo” Guzmán hizo llegar una declaración jurada al fiscal general Merrick Garland, al director del Buró de Prisiones (BOP), Michael Carvajal, y a funcionarios del penal ADX Florence, en la que se quejó de los malos tratos que ahí recibía.
“El Chapo” fue muy específico con los males que lo aquejaban: depresión, hambre, trastornos del sueño, dolores de cabeza, pérdida de la memoria, calambres musculares y estrés.
También dijo que le servían muy poca comida y que casi siempre se quedaba con hambre. Incluso se quejó, a pesar de sus antecedentes en México, de que ahora estaba bajo “revisiones constantes” dentro de su celda, así como cámaras de vigilancia hasta en el sitio en donde conversa con sus defensores legales y un análisis minucioso de las cartas que escribe para su familiares.
La psicológa Mónica Ramírez, autora del libro “Las Puertas del Infierno”, dijo a Infobae cuáles eran los estragos psicológicos que podía sufrir a la brevedad el narcotraficante por las duras condiciones de aislamiento a las que es sometido: despersonalización, afectación en funciones cognitivas y sensoriales, y aumento de depresión por falta de redes de apoyo.
“Es importante señalar que las personas en confinamiento en prisiones de máxima seguridad como la ADX Florence, tienden a sufrir una despersonalización abrupta, es decir, lo que eran ‘afuera’, ya no existe más, pierden su identidad, lo que les hace más vulnerables de lo que ya se sienten por el hecho de haber perdido su libertad”, explicó Ramírez Cano.
“De manera tal que deben empezar a construir una nueva identidad a partir de sus condiciones actuales y de su esencia (…) Ello genera ansiedad elevada, angustia, enojo, tristeza, depresión y una serie de emociones con las que no están acostumbrados a lidiar“, concluyó.