“La negociación también supone rendir cuentas a los ciudadanos. Una percepción diminuta de los DDHH, de la cultura de la paz y la legalidad, es inconveniente, como lo es restar luz a los presos políticos.”
En el siglo XXI no ha habido negociación o pacto político que haya conseguido una transición de un régimen autoritario a un gobierno democrático. Por el contrario, la democracia está viviendo un sensible proceso de reversión. Hoy menos del 25% de los gobiernos en el planeta son democráticos. El gran desafío de México es parir la primera negociación política que logre una transición hacia la democracia en Venezuela.
La agenda
La reanudación del diálogo [de México], vino acompañado de una batería de ataques y críticas que vale la pena decantar para evitar lo que busca el régimen: abandonar y dividirnos.
La lógica de toda negociación es resolver un conflicto que requiere un método, un tiempo duradero y una agenda. El método está en el Memorándum de Entendimiento [MDE]: «La negociación se dará bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo lo esté» Bajo esta premisa ninguna negociación se puede apreciar hasta que no llegue a su conclusión. Su báscula serán sus resultados, “hasta que todo lo esté…”.
Jorge Zalles nos dice que «la negociación es un proceso interactivo y cooperativo a través del cual las partes buscan un acuerdo que resuelva su conflicto de manera mutuamente satisfactoria» Un evento “que no puede ser objeto de presiones u otros mecanismos que distorsionen la voluntad de las partes, que condicionen de previo algunos resultados que favorezcan sólo a una de las partes” [subrayado nuestro]. Se enfatiza que la voluntad de las partes no debe ser objeto de presiones ni condicionada en beneficios a una de ellas.
México cuenta con una agenda que por ser integral supone un agotamiento solapado [no jerárquico] de temas, para lograr beneficios mutuos. No puede ser una discusión sectorial o capitular. La agenda: i.-Derechos políticos para todos; ii.-Garantías electorales; iii.-Levantamiento de sanciones; iv.-Restauración de derechos a activos; v.-Respeto al Estado Constitucional de Derecho; vi-Convivencia política y social; vii.-Renuncia a la violencia, reparación de las víctimas; viii.-Protección de la economía; xix. Se trata de una negociación “intensa, integral, incremental y pacífica”, para establecer reglas de convivencia política y social y respeto a la Constitución”
De lo anterior se desprende “la importancia de promover la cultura del respeto a los derechos humanos, de investigar y sancionar su violación”. Para alcanzar estos objetivos la doctrina de negociación política demanda voluntad, que es interés de celebrar acuerdos. Después de muchos años de enfrentamiento político, represión y anulación de derechos fundamentales, un gesto primordial de voluntad política sería la liberación de los presos políticos, cese de la persecución y de la represión contra de la disidencia ciudadana.
Es injusto y estratégicamente un error descalificar la negociación, si no se consigue tal liberación y cese en un primer acto. Pero ello no impide el derecho a exigirlo en cada etapa del proceso y colocarlo sobre la mesa como factor necesario y solapado de beneficio mutuo, con otros puntos de la agenda. Insistimos, la sectorización reduce el carácter resolutorio integral de la negociación.
Reconocimiento del conflicto político
La negociación será fructífera si existe interés por ambas partes de conciliar. Recientemente se alcanzó un primer acuerdo de liberación de recursos para acometidas humanitarias supervisado por las Naciones Unidas. Un pacto social relevante de asistencia humanitaria en beneficio de los más vulnerables.
Gerardo Blyde, representante de la plataforma unitaria de oposición, ha dicho que el referido pacto social libera recursos [administrados por NNUU] para encarar carencias en servicios de luz, agua, educación y salud. Sin duda un asunto esencial en la agenda de convivencia social y política. Pero luce mandatorio, ineludible, impostergable, irreductible, un logro político. Maduro debe demostrar su vocación de conciliar liberando presos políticos. La negociación política-hemos dicho-exige un tiempo duradero, pero no eterno. Recordemos que el diálogo no comenzó en México. Tenemos presos políticos con lustros tras las rejas.
La voluntad de negociación es el timón consensual cuyo norte es librar un conflicto que las partes desean resolver. Si es así, entonces una negociación no legítima gobiernos o modelos de poder, sino herramientas, métodos y agendas de mediación. México no reconoce a Maduro, Rodríguez, Blyde o Guaidó individualmente. Tampoco a sus gobiernos. Por ello fijarse en individualidades “no potables” o ideología no es l’état de la question. El reconocimiento del conflicto es lo que da representación y sugiere vocación de permanencia de las partes en la mesa. Esa permanencia demuestra una dinámica intensa, integral e incremental para la celebración de acuerdos. Como explicamos más adelante, presiones, chantajes y desplantes denotan falta de voluntad y reconocimiento. Pero no debe morder el anzuelo de la provocación y marcharse. Quien se para de la mesa exhibe debilidad, aun aparentando fortaleza.
El profesor y escritor Carlos Aldao Zapiola nos comenta que “toda negociación política debe contar con incentivos”. Liberar presos políticos es un incentivo superior. Exigirlo no es una crítica a la negociación. Es un derecho de las víctimas y sus familiares. Y alcanzar acuerdos económicos antes de defender DDHH, civiles y políticos, languidece la negociación.
Manipulación, chantaje, comunicación política y potabilidad
Otro tema es la manipulación y el chantaje como estrategias que aplican negociadores no profesionales. Pero ese chantaje tiene su respuesta: la firme determinación de continuar, demostrar interés y voluntad de cesar la pugnacidad y anteponer el valor de la negociación política que es lograr orden, libertad, democracia, vida, dignidad y paz…
No favorecemos una campaña de desprestigio de la negociación. Se trata de sugerir un manejo integral de la agenda. El diálogo de México no es un diálogo de individualidades. Es un diálogo de dos Venezuelas, de dos colectivos que anhelan acabar con la violencia, convivir y volver a casa. El diálogo no lo monopoliza nadie. Tampoco un árbitro o un país anfitrión. Es un diálogo fundamental, sensiblemente humanitario, republicano, identitario, que tiene como reto recuperar el Estado de Derecho, la estabilidad social, la democracia y la cultura de la paz.
La comunicación pública es esencial en la estrategia. Informar con profesionalismo y sentido de inmediatez, genera confianza en los mandantes, que es la gente. En un mundo global y comunicado el secretismo en las negociaciones es opacidad, y la opacidad resta credibilidad. Deben prepararse narrativas y reportes de gestión. La negociación también supone rendir cuentas a los ciudadanos. Una percepción diminuta de los DDHH, de la cultura de la paz y la legalidad, es inconveniente, como lo es restar luz a los presos políticos.
Lograr lo que aún no ve el planeta en lo que va de siglo, una transición política hacia la democracia en Venezuela, ocurrirá adoptando ejemplos transicionales del siglo XX: los de Mandela o Chile; los de España, Uruguay [Club Naval] o Brasil, donde el común denominador fue la consolidación de una verdadera plataforma unitaria.
Ellos lo están…Nosotros no. Otro conflicto que debemos resolver. Porque la unidad entra por casa…
@ovierablanco
Embajador designado de Venezuela en Canadá