Cuando envié muestras de ADN a servicios de análisis genéticos en busca de mi familia biológica el año pasado, no tenía ni idea de que me lanzaría a una aventura a través de tres continentes.
Por CNN
En 1961 fui adoptado al nacer en California. A lo largo de los años, he buscado a mi familia biológica de vez en cuando, pero siempre me he topado con registros sellados y funcionarios herméticos. En la última década, sin embargo, las pruebas de ADN caseras y el fácil acceso en línea a los registros oficiales han cambiado las cosas.
Escupí en tubos de plástico (uno para cada una de las dos grandes empresas del sector en Estados Unidos: 23andMe y Ancestry.com), los eché al correo y esperé, ansioso, los resultados. Cuando llegó el correo electrónico, me quedé helado.
Después de toda una vida creyendo que era un estadounidense blanco básico, me enteré de que solo era verdad a medias. Mi madre biológica nació en Iowa. Pero resultó que mi padre provenía del norte de África.
Me puse en contacto con coincidencias de ADN anónimas a través de los sistemas de mensajería de 23andMe y Ancestry, pero nadie respondió. Entonces, pasé semanas investigando en Ancestry.com y en varias bases de datos de registros públicos hasta que pude identificar a mis padres y encontrar información de contacto de algunos de sus parientes cercanos.
Descubrí que mi padre biológico había nacido a mediados de los años treinta en Casablanca. Me vinieron a la cabeza visiones románticas de Bogart y Bergman escapando (ficticiamente) de los nazis.
Según los registros, emigró a Estados Unidos en 1959 y acabó en San Francisco. Mi madre se había criado en San Diego y también se mudó a San Francisco al acabar el bachillerato. Pero, ¿por qué se había marchado de Marruecos? ¿Qué la trajo a San Francisco? Tenía que saber más.
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