La monja Mary Elizabeth había vivido una vida devota, austera y, en gran parte, silenciosa hasta que tuvo un encuentro fugaz.
Por BBC Mundo
La mayor parte de sus días los había pasado en una celda de la Orden de las Carmelitas, en el norte de Inglaterra.
Ese breve encuentro llevó a un religioso, tan devoto como ella, a enviarle un mensaje con una pregunta que tambalearía su mundo: “¿Dejarías tu orden y te casarías conmigo?”.
Veinticuatro años después de convertirse en monja, el roce con una de las mangas de un monje en el salón del convento en Preston, en Lancashire -noroeste de Inglaterra- cambiaría su vida.
La priora de la orden la había llevado a conocer al fraile Robert, que estaba de visita procedente del convento Carmelita de Oxford, para saber si le apetecía algo de comer.
Pero una llamada telefónica que la superiora tuvo que atender, la hizo apartarse en ese momento, con lo cual quedaron solos.
“Fue nuestra primera vez en una habitación juntos. Nos sentamos en una mesa mientras él comía. La priora no volvió, así que tuve que conducirlo a la salida”.
Cuando Mary Elizabeth dejó salir a Robert por la puerta, le rozó su manga y dice que sintió una especie de sacudida.
“Sentí una química allí, algo, y estaba un poco avergonzada. Y pensé, Dios, él también sintió eso. Y cuando lo dejé salir por la puerta, fue bastante incómodo”.
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