La mayoría de la gente supone que un planeta más cálido será un lugar más lleno de bichos, parásitos y enfermedades. Hay muchos ejemplos que justifican ese temor. El cambio climático ya está ampliando el área de distribución de las garrapatas que propagan la enfermedad de Lyme, de los mosquitos que transmiten la malaria y el zika, y de las vinchucas que contagian el mal de Chagas.
Por: New York Times
Pero aunque algunas especies parasitarias se ven favorecidas por el cambio climático, puede que sean la excepción y no la regla. Según un estudio novedoso publicado el lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences que analizó 85 especies parasitarias, la mayoría sufrió descensos de población a lo largo de 140 años, a la par que algunas de las especies de fauna silvestre más amenazadas o incluso peor.
“Es el tipo de declive que desencadena medidas de conservación para mamíferos y aves y que enfurece a la gente”, señaló Chelsea Wood, ecóloga parasitóloga de la Universidad de Washington y autora del estudio.
Puede parecer contradictorio, pero no son buenas noticias. Entre el 40% y el 50% de todas las especies animales de la Tierra son parásitos, es decir, organismos que viven en o sobre un huésped y dependen de él para sobrevivir, a costa de ese huésped. Esta cifra no incluye determinadas bacterias, virus, hongos y protozoos que también se consideran parásitos. Sin embargo, se sabe muy poco sobre estas formas de vida tan abundantes y diversas. La mayoría de los debates sobre parásitos se refieren a especies que nos afectan negativamente a nosotros, a nuestras mascotas, a nuestro ganado o a nuestros hijos. Pero estas especies malignas son muy minoritarias.
Conforme los científicos aprenden más sobre los cientos de miles de otras especies parasitarias que no dañan a los humanos, va surgiendo una imagen de grupos de animales que tienen papeles clave en el mantenimiento de ecosistemas sanos. Por ejemplo, los parásitos mantienen bajo control a las poblaciones de las especies, al igual que los depredadores.
Los parásitos también ayudan a que la energía ascienda por la red trófica, haciendo que las especies que son presas se comporten de manera más imprudente y sean más fáciles de capturar por los depredadores. Por ejemplo, los peces killi de California infectados con un platelminto trematodo tienen entre 10 y 30 veces más probabilidades de convertirse en alimento de las aves que los peces no infectados. En Japón, los gusanos nematomorfos incitan a los grillos anfitriones a saltar a los arroyos, proporcionando hasta el 60% de las calorías totales que consume el salvelino japonés en peligro de extinción. “Los depredadores reciben ayuda de los parásitos”, dijo Wood.
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