Científicos de la Universidad de Drexel, en EEUU, identificaron que en urbes como Buenos Aires, Río de Janeiro y Mérida se registró una mayor letalidad durante las olas de calor. Quiénes fueron las poblaciones más afectadas.
Por infobae.com
Las emisiones de gases de efecto invernadero impulsan, a diario, que el calentamiento global avance de formar acelerada. Además, el avance de la humanidad hacia hábitats naturales y la deforestación asociada a este fenómeno, impulsa a que el aumento de la temperatura no ceda.
Ahora, en las ciudades, donde reside gran parte de la población mundial, la temperatura pueden superar con creces la registrada en las áreas periurbanas. De este modo, los residentes urbanos están especialmente expuestos al calor extremo o, incluso, al frío extremo. Ambos fenómenos han sido relacionados con un exceso de morbilidad y mortalidad prematura, a través de una variedad de mecanismos fisiológicos.
Un trabajo realizado por un equipo internacional de investigadores de la Universidad de California y de Drexel, que fue publicado en Nature Medicine, estimó un poco más de 900.000 muertes entre 2002 y 2015 podrían haber sido causadas por temperaturas extremas en grandes ciudades latinoamericanas.
Como la mayoría de los estudios que se han realizado sobre las temperaturas extremas que se relacionan con la mortalidad en ciudades importantes son en América del Norte, Europa y China, esta estimación se posicionó como la más elaborada que se ha obtenido sobre América Latina.
“América Latina es solo una parte del mundo que no ha recibido mucha atención”, aseguró Ana Diez Roux, epidemióloga de la Universidad de Drexel y coautora del estudio. Asimismo, indicó que este trabajo tiene una representación mucho mejor de las áreas urbanas de Latinoamérica que los estudios anteriores en la región.
Los investigadores del proyecto Urban Health in Latin America, para estimar cuántas personas murieron a causa del calor o el frío intensos, evaluaron cómo los entornos urbanos y las políticas afectan la salud de los residentes de las ciudades de la región, y analizaron los datos de mortalidad entre 2002 y 2015 de los registros de 326 ciudades de nueve países, con más de 100.000 habitantes.
Asimismo, analizaron las temperaturas diarias promedio y estimaron el rango de temperatura para cada ciudad, a partir de un conjunto de datos públicos de las condiciones atmosféricas. Para poder relacionar un fallecimiento con una temperatura extrema, éste tenía que ocurrir en los 18 días más calurosos o en los 18 más fríos que experimentaba cada ciudad en un año típico.
Para comparar el riesgo de morir en días muy cálidos y fríos, los investigadores utilizaron un modelo estadístico en el cual contraponían, además, los días templados.
Descubrieron que en las ciudades latinoamericanas casi el 6%, es decir casi 1 millón, de todas las muertes entre esos años ocurrieron en días de calor y frío extremos. Al mismo tiempo pudieron crear un mapa interactivo con los datos de ciudades individuales.
Con un 7,5 % de las muertes relacionadas con el calor y el frío extremos durante el período de estudio, el equipo descubrió que los adultos mayores son especialmente vulnerables. Aunque las cifras varían de un año a otro, por ejemplo en 2015, más de 16.000 muertes entre personas de 65 años o más se atribuyeron a temperaturas extremas.
Se prevé que el envejecimiento de la población de América Latina aumente más rápidamente que en otras partes del mundo: del 9% en 2020 al 19% en 2050, según algunas estimaciones.
Según Josiah Kephart, epidemiólogo ambiental de Drexel, quien dirigió el estudio, una población que envejece combinada con la alta urbanización de América Latina (más del 80% de la población vive en ciudades) y el empeoramiento de los impactos del cambio climático “hacen que las temperaturas extremas sean un peligro realmente alarmante o peligroso para las ciudades de América Latina, particularmente en el siglo XXI”.
Aunque las muertes en días extremadamente fríos (alrededor de 785.000) fueron mucho más altas que las de días extremadamente calurosos (alrededor de 103.000), en general hubo más días con frío intenso, lo que podría explicar esta diferencia.
Pero para algunas ciudades como Buenos Aires, Río de Janeiro y Mérida (Colombia), el calor fue más letal que el frío. Según indicaron los científicos, cuando la temperatura es muy elevada, la probabilidad de morir aumenta en un 5,7 % por cada 1 °C de aumento en la temperatura. En palabras de Kephart, “es muy alarmante lo rápido que aumenta el riesgo de mortalidad a altas temperaturas, incluso con apenas 1°”.
Por su parte, Rosana Abrutzky, socióloga del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires, en declaraciones a la revista Science, afirmó: “Durante el verano es cuando los cambios de temperatura tienen un impacto más fuerte e inmediato. No hay una forma rápida de escapar”. En 2019, la experta lideró un estudio en el cual determinaron que los fallecimientos diarios aumentaron en un 43% durante una ola de calor en Buenos Aires, en diciembre de 2013.
En tanto, al evaluar este estudio, Abrutzky afirmó que “obtener este tipo de datos completos no es fácil”. “Aunque las tendencias regionales, como la vulnerabilidad de los ancianos a las temperaturas extremas, son valiosas, no se pueden establecer razones específicas detrás de las muertes a partir de este estudio”, evaluó y declaró en ese artículo: “Todo depende no solo de los diferentes climas, sino también de las diferentes características de la población”.
El equipo de Drexel ahora está trabajando para desentrañar cómo ciertas desigualdades, como las condiciones de vivienda y el acceso a espacios verdes, afectan las muertes que ocurren en días cálidos o fríos.
En las próximas décadas, se prevé que América Latina experimente un aumento sustancial en la frecuencia de las olas de calor, por lo que el equipo también está analizando las proyecciones de temperatura en estas ciudades dentro de 50 años para estimar cómo aumentarán estas muertes y qué ciudades serán las más difíciles.
Desde 2018, los investigadores se han asociado con agencias locales en Buenos Aires y el servicio meteorológico de la ciudad para tener un sistema de alerta temprana para temperaturas extremas, lo que permite que los ciudadanos y los servicios de salud estén preparados para atender a las víctimas.