Aquel joven no tuvo la misma suerte que su compañero. Corrió hasta su último suspiro. Había sido reclutado cuando tenía 15 años por el Frente 28 de las Farc-Ep en Paz de Ariporo (Casanare), en el año 2000. Duró dos años en las filas de la guerrilla. Lo mataron cuando se estaba fugando del lugar donde jamás se imaginó estar.
Por eltiempo.com
Su hermano, quien pidió anonimato, reconstruyó la historia para la Comisión de la Verdad. “Él siempre pasaba por la vereda. Mi familia y otros lo veían. Decía que no estaba allá porque quisiera, sino que no había la forma de poderse retirar, porque al que se vuela lo matan”. Esperó 24 meses para fugarse. “Cuando lo mataron todavía era menor de edad”, relata.
El adolescente aprovechó un enfrentamiento con el Ejército en Sácama, Casanare, para escapar con un compañero. “Duraron tres días sin comer, sin nada, huyendo y temiendo encontrarse con el Ejército o la guerrilla y que los mataran”, cuenta su hermano. Cuando les faltaban unos seis kilómetros para llegar al pueblo, entraron a una casa para pedir comida porque no soportaban el hambre. Pero los estaban siguiendo. “Cuando su compañero se asomó, vio que venían y le gritó a mi hermano: “¡Corra que nos llegaron!”. El joven pensó que estaban al frente de la casa y decidió correr por detrás. “Pero entraron por ese lugar y lo fusilaron. El otro se voló”, narra.
Esta historia es una de las 64.084 de niños, niñas y adolescentes que murieron por el conflicto armado entre 1985 y 2018, según la Comisión de la Verdad, aunque la cifra podría ser mayor. Las Farc-Ep fueron responsables del 74 por ciento del reclutamiento de menores entre 1990 y 2007 en casos documentados, pero puede ser del 77 por ciento, según estimaciones de la investigación del organismo. La Comisión informa que en ese periodo, entre 27.101 y 40.828 niñas, niños y adolescentes fueron víctimas de esa violencia.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) estableció que al menos 18.677 niños, niñas y adolescentes fueron reclutados por las Farc-Ep en los 52 años que estuvieron en guerra, desde su nacimiento en las montañas del Tolima en 1964 hasta la firma de la paz en el 2016. El 48 por ciento de los hechos se asocia al Bloque Oriental, también conocido como el Jorge Briceño, liderado por el ‘Mono Jojoy’ y que operó en Arauca, Cundinamarca, Casanare, Meta, Guaviare, Vichada, Guainía y Vaupés. El año con más casos de reclutamiento documentados fue el 2000.
De la miseria a la pesadilla del reclutamiento
Pese a que en los estatutos internos de las Farc se establecía que la edad mínima de reclutamiento eran los 15 años, fueron miles los niños y niñas de 14, 13, 12 y hasta 9 años que terminaron como combatientes en sus filas.
La vulnerabilidad era la desventaja de los menores de edad ante los guerrilleros. La muerte o ausencia de alguno de los padres, vivir en el campo y asumir el sostenimiento del hogar fueron los factores comunes para que varios de ellos decidieran irse al grupo armado.
“Yo tenía cuatro añitos cuando mataron a mi papá, y esta es la fecha en que no sé ni quién ni por qué. Desde ahí, se fue acabando mi familia. Mi mamá vendió todas las pertenencias que mi papá nos había dejado y nos abrió a todos. Yo recorrí mucho por ahí sola. Me fui para el lado de San Vicente del Caguán y por allá es zona guerrillera”, relató una mujer de nombre Sofía a la Comisión de la Verdad.
Y agregó: “Entonces, una señora, al ver que yo estaba sin nada, me dijo: “Vamos para mi casa y usted cuida a mi bebé, como de niñera”. Yo iba a cumplir 10 años”. Ella se fue con la mujer y vivió con ella durante un año. Pero entonces comenzó a conocer a guerrilleros y se hizo amiga de ellos. Era 2001. “Un día le dije a uno de ellos que quería ingresar. Decidí irme a esa edad porque no encontraba un futuro. Yo era una niña por ahí a lo que le regalaran”.
Muchos menores de 18 años terminaron a merced de los guerrilleros por la ausencia de un núcleo familiar estable. La Defensoría del Pueblo estableció que solo el 44 por ciento de los niños, niñas y adolescentes reclutados por los grupos armados vivían con su padre y madre. Además, el 25,5 por ciento de los menores de 15 años desvinculados —término usado para referirse a los niños, niñas y adolescentes que salieron de la guerra antes de cumplir la mayoría de edad— no vivía con ninguno de sus padres.
Otros llegaron por algún vínculo familiar. EL TIEMPO conoció la historia de una joven que vivía en Uribe, Meta, y fue “regalada” —asegura— por su tía a la guerrilla. Tenía 14 años y vivía con ella y sus primos. Su papá había desaparecido y su madre se había ido para Villavicencio. La adolescente sabía que su tía conversaba con miembros de las Farc. “Tenía como un romance con alguno de ellos porque se iba los fines de semana y nos dejaba, y luego aparecía como si nada”, dice.
Un jueves en la mañana, la mujer le dijo que debía ir con ella. “Me decía que era lo mejor para mí y que no tuviera miedo”. Su presentimiento le decía que iba para la selva. “Me dijo que no me preocupara. Me tomó del brazo y caminamos por unas tres o cuatro horas. Había un hombre con un fusil y me entregó. No me dio explicaciones”, cuenta. Desde ahí, tuvo que caminar unas tres horas más hasta donde estaba el campamento. “Lo primero que me dijeron fue que tenía que lavar los platos. Me acuerdo que lloré mucho. Solo preguntaba si podía irme a casa. Me dijeron que esa era mi nueva casa”.
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