Con otra visión, los presidentes Petro de Colombia, Lacalle de Uruguay, Boric de Chile y Abdo de Paraguay, abogaron por propósitos comunes, como el respeto a los derechos humanos, elecciones libres y transparentes, solución a la crisis que arroja a millones de venezolanos al exterior y fortalecimiento del sistema interamericano de derechos humanos.
La figura protagónica del evento fue Lula Da Silva, aunque no ocultó su desgano por la Celac. Sin duda, le atribuye mayor importancia a su próxima visita a la Casa Blanca, que se enhebra mejor con su vieja ambición de hacer de Brasil una “sub potencia emergente”.
Entre las ausencias, se destacó la del invitado venezolano, quien se excusó por temor a emboscadas del imperialismo. En realidad, al rechazo a su visita anunciado por migrantes venezolanos y demócratas argentinos. Pero además, miedo a la jurisdicción universal que la Constitución Nacional y el Código Penal de Argentina consagran con potestad para juzgar delitos extraterritoriales, incluidos aquellos de lesa humanidad. La presunción del uso de este recurso por la Justicia argentina, la cual allá es autónoma, luce disuasiva. Es cierto que en esta ocasión no habría dado lugar a una captura, pero hubiese sido bochornoso…