Nadie en España ha olvidado su historia ni su horroroso crimen. Asunta Basterra, la hija adoptada en China por un encumbrado y rico matrimonio español conformado por Rosario Porto -abogada e hija única de un cónsul prestigioso-, y el periodista vasco Alfonso Basterra, murió asfixiada y drogada en manos de quienes le habían prometido la felicidad, el 22 de septiembre del año 2013, a los 12 años.
Por infobae.com
Un crimen absurdo, repleto de claroscuros, que terminó con ambos padres condenados a 18 años de cárcel por asesinato con alevosía.
Repasemos las miserias de una familia que lo tenía todo, pero que terminó estrellada de la peor manera.
La abogada y el periodista
Rosario Porto nació el 11 de julio de 1969 y era la única hija de Francisco Porto Mella, un exitoso abogado que había ejercido durante décadas como cónsul honorífico de Francia, y de María del Socorro Ortega Romero, catedrática de Historia del Arte.
Rosario fue a los mejores colegios y terminó su secundario en el Yago School, de Oxford, en Gran Bretaña. Completó su formación en la Universidad de Santiago de Compostela, en España, ciudad donde siempre había vivido y donde se graduó como abogada. Luego se especializó en el High School of Law, de Londres, y realizó un posgrado universitario en París. Se convirtió en el orgullo de sus padres: era la hija que siempre habían deseado, estudiosa y destacada. Alfonso Basterra (nacido en 1964) era uno de los tres hijos de una familia de clase media originaria de la ciudad de Bilbao. Su padre era un trabajador industrial llamado Ramón Basterra Santos y su madre, una ama de casa.
El periodista y la prometedora abogada -experta en Derecho Internacional de Familia, qué ironía- se conocieron en 1990 cuando Alfonso tenía 26 años y Rosario 21. Estuvieron de novios seis años y, apenas ella regresó a Santiago y comenzó a trabajar en su propio estudio ubicado en la zona más cara de la ciudad, se terminaron casando en una boda deslumbrante. Corría el año 1996.
Los amigos de Alfonso y su familia estaban encantados con ella: había elegido muy bien. Su flamante mujer era de una familia reconocida de la zona y tenía una abultada cuenta bancaria. A pedido de los Porto, contrajeron matrimonio bajo el régimen de separación de bienes.
En marzo de 1997 Rosario fue nombrada Cónsul de Francia: fue la herencia de su padre.
Pasaron los dos primeros años y para desazón de todos Rosario no quedaba embarazada. Sus padres, deseosos de convertirse en abuelos, insistieron con la idea de la adopción.
La presión jugó sus fichas y, en 1998, Rosario (29) y Alfonso (34) decidieron iniciar los trámites para concretarlo adoptando en el exterior. Fue un proceso largo que les insumió dos años.
En junio de 2001 llegó la buena nueva: tenían que viajar a China para buscar a su bebé.
La elegida
Asunta llegó al mundo en China y fue abandonada en un orfanato de la ciudad de Yongzhou, en la provincia de Hunan, el 30 de septiembre de 2000. La llamaron Yong Fang. Cuando tenía nueve meses el destino pareció mejorar para ella: un matrimonio español eligió adoptarla. Los Basterra Porto viajaron a China para buscar a su hija: la llamarían Asunta.
Rosario y Alfonso volvieron con su beba a España y se convirtieron en los padres ideales para esa pequeña de ojos rasgados. Estaban dispuestos a brindarle todo lo que le faltaba: amor, buenos colegios, vacaciones, viajes de estudios. Sería una heredera del estilo de vida propio de la clase alta española.
Debido a que fueron los primeros en Galicia en adoptar una bebé procedente de China, los medios se lanzaron a realizarles entrevistas y los invitaron a programas de televisión. La maravillosa historia de amor y adopción ganó los titulares de la prensa. Imposible anticiparse al futuro y saber que, años después, habría muchos titulares más y hasta una serie. Y, esta vez, no sería sobre esa historia que creían maravillosa.
Asunta Basterra demostró enseguida su inteligencia. Asistía a los mejores colegios y aprendía con rapidez. Pasó por el Pío XII y, luego, por el Rosalía de Castro, las mismas instituciones a las que había concurrido su madre. Todo lo que emprendía lo hacía con excelencia: francés, inglés, chino, piano, violín y ballet. Viajaban para las vacaciones, tenía muchas amigas y una extensa familia con abuelos incluidos que la adoraban.
Asunta era una española más que moría por los huevos, la pasta, el jamón español y, por sobre todas las cosas, tenía una relación increíble con su abuelo materno, Francisco Porto.
¿Qué destino podría haber sido mejor que este para una huérfana china en un desolado orfanato? Ninguno. Asunta había llegado al primer mundo, a la vida perfecta.
Eso parecía.
La aparición de Asunta
Asunta tenía solamente 12 años cuando desapareció el sábado 21 de septiembre de 2013.
Esa noche, a las 22:31, fueron sus padres los que concurrieron a la comisaría de Santiago de Compostela para denunciar la imprevista ausencia.
A la 1:30 de la madrugada del domingo 22 la luna llena brilla en el cielo iluminando claramente el camino. Alfredo Balsa Garcá camina con un amigo cerca de la parroquia San Simón de Ons de Cacheiras, en la población de Teo, cuando ven algo en la cuneta. Se acercan a mirar. Es el cuerpo de una niña.
Espantados llaman a la Guardia Civil a la 1:39.
Es Asunta y está muerta.
Su cuerpo es levantado de la escena por los peritos en homicidios a las 7 de la mañana. El cadáver de la menor está solo a cinco kilómetros de la casa de campo de su madre Rosario Porto.
La policía no demora mucho en sospechar de los padres. Caen en contradicciones, ambigüedades, incongruencias y, encima, hablan de su hija como si estuviera muerta. No les creen nada de lo que cuentan.
El día 24 de septiembre Rosario Porto, luego de asistir a la incineración del cuerpo de su hija que será inhumado en un ataúd de cristal, es detenida. Veinticuatro horas más tarde sucede lo mismo con el padre, Alfonso Basterra.
Vamos a rearmar la historia de esta familia nada funcional.
Memorias de familia
Asunta era muy cercana a sus abuelos maternos. En julio de 2012 murió de repente Francisco Porto, esto resultó para ella durísimo. La madre de Rosario, había muerto siete meses antes, en diciembre de 2011. Era un golpe tras otro. Pero no serían los únicos momentos tristes para Asunta.
Poco tiempo después, justo el día de los Reyes Magos de 2013, sus padres se separaron. Alfonso había descubierto que Rosario le era infiel con un empresario gallego casado llamado Manuel García Rendo. Lo había conocido por cuestiones laborales, a través de un empresario marroquí, cuando él buscaba a alguien que hablara bien francés para sus inversiones en el extranjero.
La pelea expulsó a Alfonso que tuvo que retornar a vivir con su familia a Burgos y Asunta quedó viviendo con su madre en el mismo departamento de 180 metros cuadrados, valuado en 350 mil euros, ubicado en el tercer piso del número 31 de la calle Doutor Teixeiro en Santiago de Compostela.
Alfonso era insolvente. Mucho no podía hacer. En mayo de 2013 logró volver, con 6.000 euros que le prestó una tía, y alquiló un departamento pequeño sobre la calle República Argentina. La nueva vivienda estaba ubicada muy cerca de su ex mujer y de su hija.
Rosario no estaba nada bien. Andaba estresada con las exigencias de la maternidad y le habían diagnosticado Lupus, una enfermedad inflamatoria que ocurre cuando el sistema inmunológico ataca los tejidos. Eso la deprimió tanto que, en junio de 2013, tuvo que ser internada en un psiquiátrico. Alfonso le propuso ocuparse de Asunta pero, a cambio, le exigió que terminara el romance que mantenía con el empresario. Rosario, acorralada por la necesidad, aceptó. Pero, en realidad, seguía enloquecida por él. A Alfonso, en cambio, lo definía despectivamente como “un padrazo (…) muy buen amigo y un mal marido”.
Alfonso Basterra cumplió con lo acordado y, cuando a Rosario le dieron el alta, volvieron a hacer una vida que aparentaba ser familiar: comían y veían películas los tres juntos. Pero la realidad fue que Rosario no aguantó y volvió a las andadas amorosas.
Drogada con mentiras
El espiral de hechos alarmantes comienza a girar con una velocidad asombrosa a partir de los primeros días de julio de 2013. Ya nada es lo que fue. Ni será.
La noche del 4 de julio ocurre una escena digna de una película de terror: un hombre enmascarado, vestido de negro, irrumpe en el departamento del tercer piso, donde duermen Rosario y su hija. Se introduce en el cuarto de Asunta e intenta estrangularla. Rosario va hacia allí, eso hace huir al atacante. Eso por lo menos es lo que contará: sostiene que ha salvado a Asunta. Dice que su hija había dejado las llaves puestas del lado de afuera de la puerta de entrada. Con esa explicación, da por terminado el asunto para sorpresa de sus asustados familiares.
En esos días, Alfonso y Rosario comienzan su acopio de lorazepam, una droga que se utiliza para el manejo de la ansiedad y del sueño.
El 5 de julio Alfonso compra en la farmacia 50 comprimidos. El 9 de julio Asunta anda como dormida por el colegio. La noche anterior la había pasado en la casa de su padre. Una de sus profesoras de música declararía en el juicio que la menor “andaba en estado de sonambulismo”.
Una semana después, la preadolescente parte de vacaciones por unos días a Portonovo con una familia amiga. Vuelve el 17 de julio. Ese mismo día que regresa su hija, Alfonso va a la farmacia y compra otra caja del mismo medicamento con 25 píldoras. Más tarde retorna al local y pide más pastillas porque según menciona “las ha perdido”. Durante julio de 2013 lleva comprados un total de 125 comprimidos.
El 22 de julio Asunta tiene otro episodio de somnolencia profunda y, cuando sus profesores le preguntan qué ocurre, les dice que sus padres la “engañan” y que Rosario le da “unos polvos blancos que la hacen dormir durante días”. Inmediatamente llaman a sus padres quienes se defienden diciendo que Asunta está bajo tratamiento médico por alergia.
Su pediatra, durante el juicio por el homicidio de la menor, negaría esto de manera tajante: Asunta no tenía ninguna alergia. ¿Qué estaba pasando en esa casa? ¿Qué querían hacer esos padres con su hija? ¿Por qué la drogaban?
El 30 de julio, Rosario acude a una cita con su psiquiatra, Ramiro Touriño, para pedirle medicación. El profesional no sabe que Alfonso ya ha comprado carradas de Orfidal, nombre comercial del lorazepam, y le vuelve a recetar la droga. Rosario no compra el remedio enseguida, todavía no lo necesita porque Asunta está de vacaciones desde el 31 de julio hasta el 22 de agosto en Vilanova de Arousa, con su madrina. Luego, del 28 de agosto hasta el 10 de septiembre, se quedará con Carmen Amarelle, en Val do Doubra, la mujer que se ha encargado de cuidarla desde que es pequeña. En estos últimos meses Asunta ha pasado poco tiempo en casa, la prefieren lejos.
El 17 de septiembre Alfonso va a la farmacia a comprar 50 pastillas más de lorazepam. Ya tienen un arsenal de sedantes. ¿Con qué fin? ¿Quién las tomará? ¿Asunta?
Una hija que molesta
De regreso en su casa, Asunta vuelve a tener problemas de somnolencia. Falta a clase y sus padres lo justifican diciendo que la pequeña se “siente mal”.
El viernes 20 de septiembre Asunta queda sola en el departamento. Rosario se ha escapado con su amante, un empresario poderoso, para pasar el día en Pontevedra. Alfonso se ocupa de Asunta pensando que Rosario está con una amiga.
Asunta, a estas alturas, era para ellos como un objeto molesto. Algo de lo que había que ocuparse y que les impedía seguir con sus vidas. Rosario ansía libertad de agenda para sus amoríos.
El sábado 21 de septiembre a las 13:55 Asunta sale de su departamento y cruza para ir a almorzar con su padre Alfonso. Él les ha preparado albóndigas con champiñones. Comen los tres juntos y, al terminar, juegan a las cartas como una familia normal. En este almuerzo Asunta recibe la última gran dosis de lorazepam.
Cronometremos los hechos, minuto a minuto. Todo quedó grabado en las cámaras de seguridad callejeras de un banco cercano.
A las 17:21 Asunta se va de lo de su padre Alfonso hacia su departamento. Ya tiene en su torrente sanguíneo 27 pastillas de Orfidal que le suministraron sus padres. Debido a su peso y a su edad es una dosis casi letal. Rosario sale detrás de ella hacia su apartamento siete minutos después. Así lo registran las cámaras.
A las 17.38 el celular de Asunta se conecta por última vez a Internet. A las 18.12 Rosario vuelve a aparecer en las imágenes entrando al garaje de su edificio.
A las 18.23 unos conocidos de la familia ven a Asunta caminando con su padre, Alfonso, en la cuadra de su casa. La hora la define un ticket de compra de esa gente, pero se cree que algún dato que proveen estas personas está equivocado, porque a las 18.22 el auto de Rosario Porto gira en una rotonda camino hacia la casa de campo que heredó de su familia en Teo. Son solamente nueve kilómetros de trayecto. En la filmación se ven claramente dos figuras en el vehículo: Rosario y su hija. Creen que Alfonso habría ido oculto en el asiento de atrás.
La casa de piedra
La casa de campo en Teo es una construcción de piedra de 400 metros cuadrados, valuada en casi un millón de euros, inmersa en un parque de diez mil metros cuadrados. Tiene cancha de tenis, pileta, muchos árboles y está protegida de las miradas ajenas por un grueso muro.
Llegan allí a las 18:31. La alarma de la casa se desconecta a las 18:35. A las 19:29 la madre usa Internet, así lo demuestran los datos de su celular.
De lo que pasó en ese rato entre esas paredes de roca antigua, nada se sabe con certeza.
Lo que sigue son suposiciones.
Los peritos forenses que analizaron el cadáver de la menor estiman que Asunta fue asesinada antes de las 20 por el simple motivo que la alarma de la casa vuelve a conectarse a las 20.53. Están convencidos de que Asunta salió muerta de la casa de piedra alrededor de las 21 y que fue introducida por su madre en el auto, atada de pies y manos.
Minutos después un vecino ve a Rosario Porto conduciendo su auto y la saluda. La mujer va sola, él no ve a la hija. Luego de esto, el cuerpo de Asunta es dispuesto con extremo cuidado al costado de un camino lleno de árboles.
Poco después, Alfonso aparece nueve veces en las cámaras de un banco cerca de dónde vive. En esa hora crucial hace más de veinte llamados a distintos teléfonos. Todo esto sería para situarse fuera de la escena y tener coartadas a la vista.
Un plan macabro para una “molestia”
Por sus declaraciones, por cómo se encontró el cuerpo y por las imágenes de las cámaras, los investigadores sospecharon desde el comienzo de Alfonso y Rosario.
Las pruebas resultaron comprometedoras.
El 19 de noviembre de 2013 se levantó el secreto de sumario. Según los detectives los padres de Asunta tenían un plan macabro: Alfonso iba a ser el responsable de drogar a su hija mientras que sería Rosario la encargada de asfixiarla.
El juicio comenzó a principios de octubre del año 2015 y duró 23 días. Por el estrado pasaron 84 testigos y 60 peritos. El 30 del mismo mes, por unanimidad, el jurado los declaró culpables. La condena fue a 18 años de prisión.
¿Qué se supo durante las audiencias? Mucho.
El psiquiatra José Cabrera aseguró que la niña “sobraba en el binomio hombre-mujer” aunque habían peleado por la patria potestad compartida. La hija-objeto era una molestia, un elemento que rompía los esquemas y generaba disputas. Por otro lado, el psiquiatra que atendió a Rosario en 2009 declaró que ella le había confesado: “Mi hija me chupa la vida, me molesta, ya no tengo ganas de encargarme de ella”. De hecho, en la época del asesinato, andaba por la vida de una manera apática y era incapaz de hacer frente a los trámites más sencillos. Tenía que renovar el DNI de la menor y no podía encarar el asunto. Rosario detestaba cada día más las tareas domésticas y maternales. Su psiquis hacía agua y nadie preveía lo peor.
Si bien la empleada de los Basterra Porto, que llevaba trabajando con ellos más de doce años, sostuvo que parecían una familia “idílica”, lo cierto es que otros testimonios revelaron que Alfonso maltrataba a Rosario. Lo reconstruido por los fiscales de los últimos tres meses y medio de Asunta era alarmante. Cuando Rosario empezó a caer en el vértigo de la depresión, Alfonso le ofreció su ayuda con la condición de que ella rompiera con su amante. Justamente fue en esos meses que comenzaron a ensayar el deshacerse de Asunta con dosis progresivas de lorazepam. Según la acusación buscaban una manera de dejarla sin fuerzas para poder asfixiarla sin contratiempos. ¿Quién comandaba el plan para quitar a Asunta del medio? La que más interés tenía era, sin dudas, Rosario quien quería estar con su nuevo amor.
¿Cuáles fueron las pruebas que incriminaron a los integrantes de la ex-pareja? Mencionaremos algunas.
-En la sangre de Asunta había ansiolíticos en una cantidad tóxica. Esto pudo determinarse gracias al cabello de la menor.
-La notebook y el segundo celular del padre desaparecieron unos días apenas comenzó la pesquisa, pero curiosamente volvieron a aparecer con datos borrados.
-Los testimonios de los profesores que sostuvieron que la menor les había hablado de unos “polvos blancos” que le daba Rosario, que había llegado a pasar “dos días durmiendo” y que eso que le hacían tomar “la hacía olvidarse de las cosas”.
-La desaparición de las alfombras de la parte trasera del Mercedes Benz de Rosario, donde se trasladó el cadáver. Se cree que estaban manchadas con vómito y pis de la menor.
-Unas cuerdas halladas en la casa de campo eran muy similares a las utilizadas para atar el cuerpo. Ambas tenían un match perfecto en su composición química.
-En un papelero de la casa encontraron dos bollitos de pañuelos de papel. Uno tenía rastros biológicos de Asunta y el otro de madre e hija. Dedujeron que Rosario los había usado mientras la asfixió.
-Algo más: una mancha en la remera que tenía puesta Asunta al morir fue analizada por el departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil. Se determinó que era semen, pero se concluyó que la prenda había sido contaminada en el laboratorio porque habían usado las mismas tijeras con las que habían cortado un preservativo de un hombre que era investigado por una agresión sexual y que al momento del asesinato de Asunta estaba en Madrid. Ese ADN no decía nada. Pista descartada.
Cuando tuvo que declarar, Rosario Porto, dijo primero haber dejado a Asunta a las 19 horas en su casa de Santiago de Compostela estudiando y que, al volver, se percató de que no estaba. Esa fue su primera versión, pero la tuvo que modificar cuando le revelaron que en los videos de las cámaras de la calle se la veía con ella rumbo a la casa de campo. La declaración de Alfonso también tuvo contradicciones. Y lo que más llamó la atención del policía fue que, en la primera denuncia, los padres ya la daban por muerta. También era llamativo para los expertos el cuidado con el que había sido descartado el cadáver. Eso indicaba que quien la había asesinado era alguien que, de alguna manera, la quería.
Cabos sueltos
La pregunta del millón sigue siendo hasta el día de hoy: ¿por qué mataron Rosario y Alfonso a su hija? Si tanto les estorbaba… ¿no podían haberla mandado a un colegio en el exterior?, ¿cómo podía ser que dos personas formadas, que habían luchado por adoptarla y que luego disputaron su tenencia, habían llegado a semejante monstruosidad?
Al principio, circuló la sospecha de un móvil económico. Algunos fueron más allá y se preguntaban intrigados sobre las muertes demasiado seguidas de los abuelos maternos: Francisco murió súbitamente el 26 de julio de 2012, a los 88 años, seis meses después de que su mujer María del Socorro (78) también falleciera en forma repentina. Ambos murieron mientras dormían y no tenían enfermedades. Se los incineró rápidamente. ¿Podría estar vinculado el crimen con la herencia en la que había más de siete valiosas propiedades? Asunta era una nieta adorada… ¿podría ser que Rosario quisiera todo el dinero para ella y que comprara de alguna manera a Alfonso para que la ayudara a eliminar a Asunta? La hipótesis se barajó, sobre todo porque la ex pareja no disponía de efectivo suficiente para mantener el altísimo nivel de vida que llevaban. Francisco, además, había dicho muchas veces que quería dejarle todo a Asunta.
Para sumar misterio al caso se conoció un texto de Asunta, escrito meses antes de morir, que fue rescatado de su blog personal. La menor relató allí esta historia: “Érase una vez una familia feliz; una mujer, un hombre y un hijo. Un día la mujer fue asesinada. El hombre quiso tomar represalias de la persona que mató a su mujer (Anna) pero él también murió, porque intentó tomar represalias pero el hombre malo mató a John, el marido. Su cuerpo está en el parque de la Alameda, su espíritu también”. Algunos quisieron leer entrelíneas: interpretaron que John era Francisco y que la mujer, era la abuela de Asunta.
Lo único cierto es que en 18 meses los tres familiares más cercanos a Rosario Porto habían dejado este planeta.
El triste caso de Asunta Basterra conmovió a España y llegó a la televisión en mayo de 2017 con el título Lo que la verdad esconde: El caso Asunta. En la cárcel Alfonso decidió no ver la serie, pero Rosario sí. Y lo hizo a la vez que los espectadores. Pero el documental no alcanzó para esclarecer las cosas. Muchas dudas siguieron flotando en el aire. ¿Por qué nunca se llamó a declarar a Manuel, el amante poderoso de Rosario? ¿Alguien lo protegió? Un dato curioso de la historia es que el día que ellos rompen un 4 de julio, es el mismo en que un enmascarado entra al departamento e intenta ahorcar a Asunta. Los amantes volvieron a verse el 20 de septiembre. Justo el día antes del crimen. ¿Rosario culpaba de alguna manera a su hija por su frustración sentimental? ¿Por qué no se investigó aquel intento de asfixia fracasado? El amante, ¿no tenía nada para decir que pudiera aportar claridad al caso? Además, hay otras incógnitas no resueltas: ¿cómo llegó y se fue realmente Alfonso de la casa de campo? Las fotos halladas en el Iphone 4 de Asunta, en las que ella aparece cansada, adormilada, maquillada y posando con un disfraz sensual con corset, después de un espectáculo del colegio, ¿son normales?, ¿por qué la pista sexual fue descartada de cuajo? Sobre todo teniendo en cuenta que en los celulares de Alfonso Basterra se encontró gran cantidad de material erótico y pornográfico de mujeres asiáticas. Esas imágenes alguien intentó manipularlas y borrarlas, pero fueron halladas en la nube… ¿Quién manipuló la notebook y los celulares? Además, había unas extrañas fotografías de Asunta como dormida, arropada con una sábana que solo dejaba afuera su cabeza. Algunos vieron allí un ensayo para amortajar a una Asunta drogada hasta la inconsciencia. Más preguntas que respuestas.
Adiós Rosario
Rosario siempre negó el crimen. Sostenía que habían educado “a Asunta lo mejor que pudimos; era muy querida”. Tras las rejas tuvo dos intentos fallidos de suicidio: el primero fue en 2017 tomando 50 pastillas; el segundo, en 2018, intentó ahorcarse en la ducha con el lazo de un buzo. Peleas con las otras reclusas, rebeldía, pozos depresivos… su vida se transformó en un infierno.
En octubre del 2020 se prendió fuego la casa del crimen en Teo. No habían podido venderla (pedían un millón de euros) y era frecuente que la gente la intrusara, cometiera destrozos y la saqueara. La policía la precintó para evitar peores males.
Rosario no soportó más que siete años de prisión: el 18 de noviembre de 2020 logró su objetivo y se ahorcó en la cárcel de Brieva, en Ávila. Se colgó atando su cinturón de tela a la ventana. Tenía 51 años.
Su marido Alfonso Basterra (58 a la fecha) reaccionó con frialdad a la noticia y se mantuvo en silencio total. Lleva ya nueve años en la cárcel de Texeiro, en La Coruña, en el módulo de presos peligrosos. Jamás ha aceptado el crimen. No es un preso conflictivo. Se ocupa del reparto de la comida -un trabajo por el que le pagan-, organiza clubes de lectura y se encarga de la biblioteca del centro penitenciario. Habiendo cumplido la mitad de su condena, a partir del año que viene, podría empezar a disfrutar de algunos beneficios carcelarios que hasta ahora le han sido negados. La libertad plena la recobrará en el 2031, a los 67 años.
Alfonso es el único que sabe con precisión qué pasó aquel día.
El abuelo paterno, Ramón Basterra llegó a decir: “Yo sigo sospechando que ha sido ella. Sospecho que, en todo caso, mi hijo es un infeliz padre. Estaba enamoradísimo de esta mujer. Ha intentado encubrirla (…) Pienso que a Rosario le estorbaba Asunta (…) Rosario y mi hijo deberían estar en un psiquiátrico, no en la cárcel”.
Asunta (o Yong Fang, como se la llamó al nacer) tendría hoy 22 años. No pudo ser. Le robaron dramáticamente el futuro en dos oportunidades: cuando fue abandonada en China y cuando fue asesinada en España. El amor no fue amor. A la pequeña Asunta todos le fallaron.