El arresto del polémico “influencer” Andrew Tate por supuesta violación y tráfico humano, puso de relieve la floreciente industria rumana del videochat erótico y el trabajo de las “camgirls”.
En cuestión de una década pasó de ser una actividad de nicho a convertir a Rumanía en uno de los mayores proveedores mundiales de sexo virtual, con 500 estudios en todo el país.
Pero nadie en el medio rumano conocía a Andrew Tate, y ahora temen una investigación sobre las denuncias de que el “influencer”, un reconocido misógino, junto a su hermano Tristan, forzaron a las mujeres a la prostitución y a realizar sexo virtual.
Operadores rumanos de “sexcam” dijeron a AFP que no sabían que el kickboxer británico-estadounidense tenía un estudio hasta que estalló el “escándalo”.
“Los hermanos Tate no son conocidos en la industria y nunca han participado en eventos del sector”, reaccionó Maria Boroghina, una exmodelo exitosa convertida en directora de Best Studios, una de las mayores empresas de Rumanía.
“Este empleo te da la oportunidad de ganar mucho” desde la juventud, comentó mientras mujeres jóvenes en bata tomaban café tras varias horas frente a las cámaras.
Miles por mes
Boroghina dijo tener a 160 mujeres inscritas en su estudio. “El salario mensual después de impuestos para nuestras ‘camgirls’ es de 8.000 dólares”, diez veces el salario promedio en Rumania.
“Todo es transparente y legal”, agregó. “Las chicas trabajan bajo contrato y reciben entre 50% y 90% del dinero” que ganan para el estudio”, aseguró.
Los clientes pagan entre dos y 10 dólares por minuto “por una conversación privada con las chicas”, quienes transmiten hasta ocho o más horas por día.
El éxito rumano en la industria del “sexcam” tiene varios motivos, según Boroghina.
“Las mujeres rumanas son hermosas e inteligentes, hablan buen inglés y tenemos buena velocidad de internet”, explicó a AFP.
Aunque la industria es legal, no está regulada bajo la ley rumana ni reconocida en materia tributaria, lo que obliga a las mujeres a trabajar como “proveedoras de servicio en línea” con base en un contrato de derechos autorales.
A su vez, Fabrizio Sarrica, de la Oficina de Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito, aseveró que “a nivel mundial hemos visto un creciente número de víctimas (del tráfico) que han sido reclutadas para trabajar frente a las cámaras”.
“Es muy lucrativo” para los criminales porque un gran número de “clientes de todo el mundo” tienen acceso y las “imágenes pueden ser usadas varias veces y vendidas en la red oscura”, agregó.
“Injusto”
Pero defensores de la industria como Boroghina y Ruxandra Tataru, organizadora de la Cumbre de Bucarest que agrupa a la industria del “sexcam”, aseguran que apoyarían las regulaciones.
El contenido sexualmente explícito “representa solo 5% del trabajo”, insistió Boroghina, quien aseguró que los servicios de su estudio no son accesibles para los rumanos para proteger la privacidad de las mujeres.
Tataru argumentó que plataformas como TikTok y OnlyFans han ayudado a levantar “el estigma en torno a esta actividad”.
Las mujeres rumanas representan 40% de la industria mundial del videochat”, señaló Anastasia, una ex “camgirl” de 33 años, quien ahora representa a “modelos” en otro estudio de Bucarest, Models4Models.
Alexandra, la jefa de mercadeo del estudio quien no reveló su apellido, consideró “injusto que por un escándalo como este, la gente cree que Andrew Tate representa a la industria del videochat. Eso no es justo”.
Tate de 36 años niega cualquier ilegalidad y asegura que no hay evidencia en su contra.
Pero Boroghina piensa que el escándalo podría resultar positivo si lleva a los políticos a regular mejor a la industria.
“No hay publicidad mala y creo que este caso, que puso a la industria en el centro de la atención, es una oportunidad para educar a la gente”, aseguró.
AFP