El 24 de febrero de 2022 muy pocos funcionarios rusos sabían los planes de Vladimir Putin en Ucrania. El propio ministro de relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, apenas sabía algo por una escueta llamada telefónica a la una de la madrugada… Todos los altos dirigentes del Kremlin se enteraron de la invasión cuando vieron a Putin declarar una “operación militar especial” por televisión esa misma mañana.
Por: Infobae
El Financial Times habló con seis ex confidentes de Putin, así como con personas implicadas en la invasión de Rusia, y con altos funcionarios y ex altos funcionarios de Occidente y Ucrania,. Con todos esos testimonios logró reconstruir cómo Putin metió la pata hasta el fondo en la invasión, y luego redobló la apuesta en lugar de admitir su error. “Todos ellos hablaron bajo la condición del anonimato para discutir asuntos delicados”, advierte el prestigioso medio británico en su artículo de profundidad sobre el tema, a un año de la invasión.
Según el plan de invasión de Putin, las tropas rusas debían tomar Kiev en cuestión de días en una brillante y relativamente incruenta guerra relámpago.
En lugar de ello, la guerra ha resultado ser un atolladero de proporciones históricas para Rusia. Un año después, la invasión de Putin se ha cobrado más de 200.000 muertos y heridos entre las fuerzas armadas rusas, según funcionarios estadounidenses y europeos; ha agotado sus reservas de tanques, artillería y misiles de crucero; y ha aislado al país de los mercados financieros mundiales y de las cadenas de suministro occidentales.
Las personas que conocen a Putin -explica Financial Times- describen a un líder que se ha aislado aún más desde el comienzo de la guerra. “Stalin era un villano, pero un buen gestor, porque no se le podía mentir. Pero a Putin nadie puede decirle la verdad”, dice uno de ellos. “La gente que no confía en nadie empieza a confiar en un número muy reducido de personas que les mienten”.
Y recuerdan que en los años posteriores a la invasión de Crimea en 2014, el círculo íntimo de Putin comenzó a reducirse a medida que se consumía cada vez más con lo que él veía como crecientes amenazas occidentales a la seguridad de Rusia, dicen las personas. Su aislamiento se profundizó cuando comenzó la pandemia de Covid-19 en 2020: por temor a que pudieran infectar a un Putin germafóbico, incluso los altos funcionarios se vieron obligados a pasar semanas en cuarentena para una audiencia personal.
Una de las pocas personas que pasó mucho tiempo con Putin fue su amigo Yuri Kovalchuk, un antiguo físico que en los años noventa poseía una dacha contigua a la del futuro presidente en el campo, a las afueras de San Petersburgo.
El reservado Kovalchuk -banquero y magnate de los medios de comunicación que, según Estados Unidos, gestiona las finanzas personales de Putin- casi nunca habla en público y no respondió a una solicitud de comentarios.
La gente que le conoce dice que comparte la pasión por el revanchismo imperial ruso con su hermano mayor Mijail, un físico cuyos desvaríos cargados de teorías conspirativas sobre los planes de Estados Unidos para desarrollar supersoldados y “armas étnicas” han aparecido, en ocasiones, más tarde en los discursos de Putin.
Durante el punto álgido de la pandemia, Putin se alejó en gran medida de sus confidentes occidentales, comparativamente liberales, que antes le habían escuchado. En lugar de ello, pasó los primeros meses en su residencia de Valdai, una bucólica ciudad situada a orillas de un lago en el norte de Rusia, esencialmente encerrado con el joven Kovalchuk, que inspiró a Putin a pensar en su misión histórica de afirmar la grandeza de Rusia, de forma parecida a como lo había hecho Pedro el Grande.
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