La Universidad venezolana se encuentra en un momento de debacle generalizada. Pero más que enumerar el rosario de los profundos procesos por los cuales se encuentra en la situación de casi virtual desaparición, prefiero insistir en que el peor de los problemas que confrontamos visto desde la Universidad Central de Venezuela (UCV), pero fácilmente generalizable al conjunto de la educación superior, es la difuminación de la significación social de la universidad y de la evaporación de la concepción de la Universidad.
Por supuesto, en un país con 96% de pobreza y 76% de pobreza extrema, el mayor problema de las familias es conseguir el sustento. Pero, además, y más importante es el hecho de que las universidades públicas que en nuestro país son lo fundamental de la Educación Superior, al día de hoy, a más de un año de la postpandemia, nuestras instituciones están a un sexto de máquina (1/6); lo que revela que la situación no es una consecuencia pandémica, sino del modelo, o para decirlo más adecuadamente de la inopia a que están sometidas por el Estado como política oficial. Es la miseria intelectual de las autoridades lo que agrava el cuadro de nuestras tribulaciones causadas por las políticas del oficialismo.
La grave emigración generalizada con un porcentaje extremadamente alto de la clase media, causó una descapitalización intelectual y profesional que afecto gravemente a toda la institucionalización pública y privada. Ello aunado a una economía reducida a un cuarto (25%) de lo que fue hace apenas 10 años, ha producido un fenómeno de desbalance del empleo profesional, entre la indigencia en algunos sectores y la escasez relativa en otros, sin contar con que la universidad por su parálisis y falta de claridad de su papel en el momento actual, le permita proporcionar una respuesta. Esto no solo por escasez mental del estado, sino también por la anorexia intelectual de nuestras autoridades, que la han reducido a un letargo tal, que le impide retomar su rol de dirección, vislumbrar posibles salidas coyunturales, de corto y mediano plazo o de una posible reorientación estructural en el más largo plazo.
Profesores, estudiantes y empleados hoy se encuentra en el más profundo desconcierto sobre el futuro de la universidad; me refiero al caso concreto de la UCV, pero que es fácilmente extrapolable al conjunto del sistema; agravado por el hecho de que la educación superior a nivel mundial esta en un proceso profundamente disruptivo de cambios acelerados, que por el hecho de ser Venezuela un país que esta desconectado de las corrientes modernas de cambios, no por ello tal quebrantamiento nos deja de afectar.
Es por ello que las próximas elecciones a realizarse el 26 de mayo del corriente, cobran una importancia trascendental, porque es la oportunidad de elegir un equipo capaz de romper la actual ominosa inercia producto de la inoperancia de unas autoridades contagiadas por una pobreza de ideas y su incapacidad para reorientar la institución hacia nuevas sendas que puedan enmendar la situación actual; pero más importante aún, dar respuesta a problemas tan importantes como conducir la UCV hacia una nueva relación con el Estado, replantear el problema de la autonomía de la Universidad consagrada en la Constitución del 99; y que sea capaz de plantear una nueva forma de relación con la sociedad, con los sectores productivos, con el emprendimiento, con la reformulación de las carreras, con nuevas formas de financiamiento.
Tales razones anteriormente expuestas, son las que me conducen a apoyar la candidatura a Rector del Profesor Doctor Víctor Rago, ya que el expresa con claridad la aspiración de cambio que toda la Comunidad Ucevista reclama contundentemente. Si se pudiera resumir en una frase su propuesta tal como la entiendo; sería: crear una UCV que se sustente en la Academia, junto con la recreación del sentido de solidaridad, amistad; para gestionar con eficacia, eficiencia y transparencia en todos ordenes de este nuevo rectorado al que aspira a dirigir.