Se vieron por primera vez de niños en el Palacio de Buckingham, y más tarde se cruzaron en el campo de polo de Windsor. Al príncipe Eduardo von Anhalt, descendiente de una antigua estirpe germánica, le gusta relatar sus estrechos vínculos hereditarios con la familia real británica y, en especial, con el rey Carlos III.
Sin embargo, este distinguido aristócrata, de 81 años, será un rostro más entre la multitud de periodistas que cubrirán el evento durante la visita oficial de su ilustre pariente a Berlín a partir del miércoles.
“Espero poder hablar brevemente con él durante la ceremonia en el Bundestag” cámara baja del parlamento, indicó el hombre que se hizo un nombre en Alemania como periodista de sociedad y comentarista televisivo de eventos reales.
“Soy el único pariente (de los Windsor) que se coloca delante de una cámara y explica cosas en detalle” sobre la familia real, declaró a la AFP en la capital alemana.
Este papel periodístico, que asumió después de que su familia fuera desposeída bajo el comunismo de su castillo y propiedades en el estado de Sajonia Anhalt -en Alemania del este-, es “más importante” que asistir a las grandes festividades.
Dice que fue invitado al funeral de la Reina Isabel II el año pasado, pero que prefirió comentarlo para la televisión.
El vínculo entre su linaje -de la antigua Casa de Ascania, que ayudó a crear Berlín- y la familia real británica no es precisamente directo.
Deriva del matrimonio de su tío abuelo Aribert de Anhalt, fallecido en 1933, con la princesa María Luisa, nieta de la reina Victoria, tatarabuela de Isabel II, explica el príncipe.
– Invitaciones a Windsor –
Fue esta tía abuela, fallecida en 1956, quien invitó a la familia de Eduardo a Windsor, en las afueras de Londres, donde se encuentra la imponente residencia real británica.
“En aquella época, los niños podíamos ir al palacio de Buckingham, pero mi madre no, porque estaba divorciada”, recuerda.
Si esta regla siguiera aplicándose en la actualidad, “el palacio de Buckingham estaría prácticamente vacío”, añade riendo.
Conoció a Carlos -siete años menor que él- en una de estas ocasiones, “cuando éramos niños”. Después, “nos cruzamos varias veces” durante sus numerosas visitas, a menudo “de incógnito”, a Alemania o cuando ambos asistían a torneos de polo británicos.
En los años 1990, Carlos aceptó convertirse en mecenas del parque Woerlitzer, en Sajonia Anhalt, el mayor complejo de jardines ingleses de Europa continental, que visitó en 2019, añade el príncipe.
También recuerda con cariño el tiempo que pasó con el padre de Carlos, el príncipe Felipe, de ascendencia danesa-alemana.
“A menudo organizaba actos y también se alegraba de recibir a parientes alemanes”, comenta.
“Era muy divertido. Me enseñó a beber vino rosado francés porque es mucho más digerible que el blanco a partir de cierta edad”, prosigue.
En cuanto a Carlos, elogia su carácter “social” y señala su compromiso de muchos años con los más desfavorecidos.
Aunque fue el heredero más longevo al trono británico, nunca se sintió “frustrado” por ello, dice. “Disfrutaba mucho siendo el príncipe de Gales porque podía decir lo que quisiera”, afirma Eduardo. “Cuando sea coronado rey, sólo podrá decir lo que le guste al gobierno”, destaca.
Al decidir viajar a Alemania para su primera visita al extranjero como rey de Inglaterra -la etapa francesa fue pospuesta debido a las protestas antigubernamentales-, envía un mensaje sobre la importancia de la relación de su país con Europa.
“Aunque la familia real británica nunca podría decir que el Brexit no fue algo bueno, sé que no lo aprobaron”, afirma el príncipe. AFP