En su casa de Ljubljana, Maria Mayer y Ludwig Gisch tenían grandes sumas de dinero que habrían usado para pagar a otros agentes. Fueron detenidos y están a la espera de un juicio
Una casa amarilla, con tejas rojas desgastadas y un portón marrón. Dirección: Primoži?eva 35. En el jardín, una magnolia imponente. La vivienda no llama la atención. Es similar a las demás del barrio ?rnu?e, en los suburbios de Ljubljana, la capital de Eslovenia. En su interior, una familia tipo -madre, padre y dos hijos- y una vida corriente, no muy llamativa. Ella, Maria Rosa Mayer Munos, dedicaba sus horas a la venta online de obras de arte. Él, Ludwig Gisch, en cambio, tenía una start up de tecnología llamada DSM&IT que se dedicaba a dar un software para organizar las casillas de correo de sus clientes. Sus pequeños llevaban una vida escolar como cualquier otro niño del vecindario, sólo que les dificultaba el idioma que aprendían rápidamente.
Por Infobae
Habían llegado a este nuevo destino en 2017, con la ilusión y las dudas aparentes de cualquier inmigrante.
La historia que ambos repetían una y otra vez cada vez que le consultaban por qué habían elegido ese destino, era que se habían cansado de la vida insegura en la Argentina. “Las calles están difíciles allí”, contaban a sus vecinos, sin precisar mucho más. No hacía falta: con solo googlear noticias sobre América Latina, la inseguridad es uno de los temas que más relieve toman. El domicilio que tenían registrado en Argentina era O’Higgins 2191, en la Ciudad de Buenos Aires.
El diario inglés The Guardian entrevistó a una docena de vecinos. Todos tenían el mismo concepto sobre estos argentinos hablaban castellano en su hogar y algo de inglés para el resto. “Eran amables”, “agradables”. Nada que sospechar. Hasta que una tarde de los primeros días de diciembre pasado, un operativo irrumpió en la vivienda, realizó una profunda inspección y los detuvo. También secuestraron una suma importante de dinero. Los niños, ignorantes de lo que en verdad ocurría, fueron trasladados a una unidad de cuidados sociales.
Una información inquietante comenzó a filtrarse: ambos formaban parte de una red de espionaje del Kremlin. Rusos con pasaportes argentinos. “Fuentes de Liubliana declararon esta semana a The Guardian que ‘Maria y Ludwig’ eran en realidad espías rusos de élite conocidos como ‘ilegales’. Las detenciones se produjeron después de que Eslovenia recibiera un soplo de un servicio de inteligencia extranjero”, señala el diario británico. La sospecha de las autoridades eslovenas van más allá. Fuentes reservadas indicaron que se trataría de dos miembros del SVR, el servicio de inteligencia exterior de Rusia.
Habrían elegido Eslovenia por una simple razón: poca contrainteligencia y con fácil acceso -sin fronteras molestas- al resto de los países europeos. De hecho, su actividad se desarrollaba más fuera del país que en su interior. Mayer, incluso, era una constante viajera de acuerdo a sus redes sociales. Lo hacía bajo la fachada de promocionar su galería de arte y sus ventas online. La sospecha sobre sus contactos con otros espías en Europa crece. Como su esposa, Gisch usaba su trabajo también para viajar. Su pasaporte argentino, empero, tenía una particularidad: decía que había nacido en Namibia en 1984.
En febrero pasado, cuando se conoció la noticia en primer lugar, la ministra eslovena de Asuntos Exteriores, Tanja Fajon, confirmó que los dos extranjeros acusados de espionaje y detenidos “son miembros de los servicios secretos rusos” y sospechosos de haber actuado “contra los intereses nacionales de Eslovenia”. En los últimos días agregó más información que ya resultaba obvia a estas alturas: “No eran argentinos”.
Los agentes “ilegales” son aquellos que no son informados por las embajadas, como es el caso de Mayer y Gisch, quienes operaban sin vínculos visibles para Moscú. Son entrenados durante años para hacerse pasar por extranjeros y luego son enviados a otros países para penetrar en diferentes estructuras. Ni sus propios hijos, usualmente, saben que sus padres son rusos.
En abril de 2022, Eslovenia -miembro de la Unión Europea y de la OTAN- expulsó a 33 rusos que trabajaban en la embajada del país en Liubliana tras la invasión de Ucrania por Moscú. Otros países realizaron las mismas expulsiones de “diplomáticos” tras el sangriento ataque ordenado por Vladimir Putin.
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