Cuando Nicolás Maduro consiguió el mando, después de la muerte de Hugo Chávez y de ganar por apenas 220 mil votos los comicios presidenciales de 2013, tuvo que ceder en un reparto de poder que le garantizara su supervivencia política.
EUGENIO MARTÍNEZ // DIARIO LAS AMÉRICAS
A diferencia de los años en los que gobernó Hugo Chávez, en los cuales las familias políticas que existían conformaban grupos de incidencia económica y política, pero las decisiones finales los tomaba el Primer Mandatario; en los primeros años de la era Maduro, este tuvo que ceder el control y las decisiones sobre áreas claves del gobierno a los grupos que le garantizaran su permanencia en el poder.
Entre los años de 2013 y 2017 el poder político y económico se dividió en siete grupos: las familias encabezadas por Nicolás Maduro y Cilia Flores; Diosdado Cabello, Tareck El Aissami, Aristóbulo Isturiz, la Almirante Carmen Meléndez, Elías Jaua y Jorge Arreaza, quien era el rostro más visible del Clan Chávez.
A estos grupos debe incluirse la influencia y control específico que mantienen los militares sobre el gobierno y sobre los distintos grupos o familias políticas que hacen vida dentro de la Revolución Bolivariana. En especial destaca la influencia del ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López.
La diferencia principal entre la distribución de poder durante los gobiernos de Chávez y Maduro, es que el primero logró aglutinar bajo su mando distintas tendencias y pensamientos; Maduro propició que los intereses individuales, grupales y hasta corporativos de los grupos que hacen vida dentro de la Revolución Bolivariana se fortalecieron para garantizar la estabilidad de su mandato.
Según el más reciente informe de coyuntura política de la firma Carpe Diem, hasta 2017 el poder económico se distribuyó entre cuatro grupos o familias políticas, mientras el control político siguió bajo decisiones concertadas entre los intereses de la mayoría de los decisores.
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