Muy entusiastas se perciben, según sus recientes declaraciones, tanto la representación laboral como la de Fedecámaras que acuden al Foro de Diálogo Social propiciado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT). ¿Habrá razones para esta especie de jolgorio imprevisto? Tal vez sí. Porque ellos adentro pudieran percibir la conquista de algunos logros.
Recordemos que Fedecámaras llevó a Ginebra los planteamientos sobre los acuerdos que se reclaman, secundados por los líderes laborales. Mantuvo firme su posición y obligó, con el voto de la mayoría de los países del mundo representados en la OIT, el avance de la discusión. Ese es un primer y certero triunfo: tuvieron que sentarse a discutir de forma tripartita, con la asesoría técnica de los funcionarios de la organización internacional, los problemas presentados: sueldos y salario, libertad sindical, acuerdos entre las partes. ¿Fácil? No les ha sido, desde luego. El último triunfo fue la aceptación por consenso de un representante de la OIT que se establecerá en Venezuela para hacerle seguimiento a las problemáticas.
Parte del reclamo de Fedecámaras son las tierras expropiadas a sus afiliados. Mas de veinte fundos. Tres han sido recuperados. Los trabajadores reclaman con propiedad la libertad de los sindicalistas presos. Ambos grupos velan por un mejor salario mínimo y por mejoras significativas en los sueldos. Ambis velaron por el cumplimiento de la discusión tripartita. Esto no se puede desconocer de ninguna manera. Ahora bien, ¿que puede significar el hecho de las declaraciones, primero de los líderes sindicales y luego los empresariales al respecto de sueldos y salarios?
Para un buen intérprete significa muchas cosas. En principio, el silencio oficial es decidor. ¿Le toca el último turno a quien ejerce de ministro del trabajo? Probablemente. ¿Se reserva la decisión y la declaración última quien ocupa la presidencia de la República? Seguramente. No olvidemos que en las vísperas del primero de mayo de generan unas altas expectativas en torno a la cuestión laboral. En este momento, esas expectativas son mayúsculas por razones obvias. El primero de mayo pasado el anuncio por quien se sienta en Miraflores constituyó solo un engaño para una parte de los jubilados. Ofreció un bono que nadie vio. Más nada. Pero la recurrente transmisión de esa especie de entusiasmo por líderes sindicales y empresarios habla también de la cercanía, casi concreción, de un acuerdo. Han asomado elementos: no se atendrá el acuerdo a la Constitución y las leyes. Se eliminará el Instructivo ONAPRE. Habrá un incremento de salario mínimo, de sueldos. Ya no podríamos hablar de imposición de los mismos por parte de régimen despótico, por cuanto será consensuado.
Quedan pendientes muchos temas. ¿Cumplirá el régimen finalmente con las expectativas de los trabajadores y será reflejo del entusiasmo mostrado recientemente por quienes se sientan bajo la protección de la OIT? Solo el régimen decide finalmente y su decisión, pueden contar con eso, será a la baja, a la mayor baja. ¿La Constitución y las leyes son adornos inservibles? ¿Que pasará con los líderes sindicales que continúan presos? ¿Que ocurrirá con sindicatos, gremios, cajas de ahorro en institutos de previsión a los que les han secuestrado los recursos que aportan los afiliados por más de un año? ¿Seguirá la ilegal discriminación de los jubilados? ¿Devolverán todas las tierras confiscadas? Le toca al régimen dar la cara pública, tal vez el entusiasmo no sea para tanto. Pero, como dicen los informes de la OIT: hay avances. Veremos si llegan a ser siquiera satisfactorios y duraderos. La sal y el agua traen malos recuerdos. Especialmente si son obligados.