Es sábado en Puerto Madero, Argentina. Las luces se apagan. El show está por empezar. Lucas Guzmán (37) se saca la ropa de padre, marido, hijo y comerciante porteño para vestirse de stripper. Es el traje que lo acompaña desde hace más de 14 años, el “oficio” que eligió y su ingreso principal.
Por: Clarín
Con los primeros gritos, sale a la cancha con un solo pensamiento: “cumplirle” a la platea de mujeres de todas las edades que están ahí para divertirse, alivianar prejuicios o concretar alguna fantasía. Lo presentan como el “Vin Diesel argentino”, por su enorme parecido con el actor estrella de “Rápido y Furioso”. Así se identifica en sus redes, en la plataforma de contenidos OnlyFans e incluso en la vida real.
Sobre el escenario del Golden, Lucas que ahora es “Vin” despliega los recursos que, sabe, le funcionan. Es protagonista de una obra con libreto propio. Tiene cada movimiento erótico cronometrado y ensayado para que nada falle. Es lo peor que le puede pasar, asegura. Durante las dos horas que dura el show, vende conscientemente un “producto” -así lo define- que viene moldeando desde hace décadas en clases de boxeo y gimnasios: su cuerpo.
Todo empezó casi como un juego adolescente. Lucas tenía 23 años, amaba practicar boxeo pero sus 63 kilos resultaban insuficientes para enfrentarse a las moles que se topaba en el instituto al que iba. Hasta que un día su vida cambió de rumbo. Un amigo lo llevó a una discoteca gay y le abrió los ojos a otro mundo: el de la noche. Empezó tarjeteando para distintas discos y terminó contoneándose sobre las tarimas de Pinar de Rocha. Fue la puerta de entrada al universo stripper.
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