El día que la mafia le demostró a Frank Sinatra que su fama era puro cuento

El día que la mafia le demostró a Frank Sinatra que su fama era puro cuento

Sinatra con miembros de la Cosa Nostra de los Estados Unidos. De izquierda a derecha, parados, Paul Castellano, Gregory De Palma, Sinatra, Thomas Marson, Carlo Gambino, Jimmy Fratianno y Salvatore Spatola. Abajo, Joe Gambino y Richard Fusco.

 

El hombre medía 1,62. Era flaco, casi chupado, caminaba nervioso de un lado a otro en el recibidor del Hotel Sole de la ciudad de Palermo. Sus dos guardaespaldas estaban hundidos en los sillones de esa recepción. El hombre flaco había llegado hacía más de dos horas y después de registrarse y de subir un rato a la suite, caminaba por el vestíbulo con las manos en la espalda, muy pero muy alterado. Las mujeres que estaban en el hotel no paraban de mirarlo, embobadas. El flaco que iba de aquí para allá era Frank Sinatra.

Por TN

Todo se combinaba en su contra. Hacía años que Frank Sinatra no debía esperar a nadie, sino todo lo contrario. Pero en Agrigento era diferente. Además, estaban esos malditos periodistas en las escalinatas, esperando el momento culminante, cuando Sinatra inclinara la cabeza ante al capo de la mafia siciliana Don Giuseppe Genco Russo. El encuentro estaba fijado para las once de la mañana y eran las dos menos veinticinco de la tarde. Ni a un chico de los mandados se lo trataba así, pensaba Sinatra con la cara larga. En Sicilia, se dio cuenta, su fama era puro cuento.

Sinatra, arrodillado ante la mafia

Al fin apareció el viejo Genco Russo, panzón, transpirado, con medio toscano en la boca, el sombrero de los años treinta calzado a mitad de la frente, y tiradores que sujetaban los pantalones, cuya cintura estaba debajo de las costillas.

Venía con tres picciotti vestidos de negro y con gorra. El Don les exigió a los periodistas que se quedaran en la vereda. No estaba de buen humor. Sinatra se le acercó, puso una rodilla en tierra, le tomó la mano derecha y se la besó, diciéndole: “Baccio i mani, Don Genco”. El Don dio una rápida mirada a la cabeza de Sinatra y le dijo que se levantara, que él no era un extraño. Sinatra quiso hablar pero Genco lo despidió con un gesto. El encuentro había terminado y el Don y sus picciotti fueron hacia el ascensor hasta llegar a la suite del segundo piso del hotel, que ocupaba todo el año.

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