En el año 2002, la editorial española Anthropos publicó en dos volúmenes de tapa dura la Dialéctica del bidet, una muy curiosa obra de Juan Porras Rengel, destacado jurista y filósofo venezolano.
El profesor Porras, discípulo y amigo cercano de Juan David García Bacca, dictó lecciones de Filosofía del Derecho en la Escuela de Derecho de la UCV durante más de cuarenta años. Entre otras obras muy importantes, es autor de Metafísica del conocimiento y de la acción (FCE y Universidad Central de Venezuela, 1976) y de Lógica del sentimiento (Monte Ávila Editores y Universidad Central de Venezuela, 1995). Tuve el honor de que el profesor Porras formara parte, junto a Rafael Pizani y María Luisa Tosta, del jurado del concurso de oposición con el que ingresé como profesor e investigador a la UCV.
La Dialéctica del bidet es una obra de filosofía escrita en versos. El autor dedicó muchos años a su elaboración, lo que es comprensible, dada la dificultad del proyecto que había concebido. A medida que avanzaba su redacción, algunos profesores y numerosos alumnos escucharon la lectura que hacía Porras de ciertos pasajes particularmente divertidos. Yo, que lo acompañaba como jurado los días de exámenes finales y de reparación, disfruté durante varios años de adelantos de la Dialéctica, una obra que merece más difusión de la que ha tenido hasta ahora en el medio venezolano.
Hay dos cosas que me asombran especialmente de este libro. La primera es la impresionante cultura filosófica y literaria de Porras y su conocimiento profundo del lenguaje, que se manifiesta en una técnica de escritura de enorme refinamiento. La segunda es su sentido del humor: una de las razones por las que es difícil leer de corrido la Dialéctica es que hay que hacer pausas a menudo para reírse.
En estos tiempos de campaña electoral en la Universidad Central de Venezuela, proceso en el que participo como candidato a Decano de la Facultad en la que trabajó el profesor Porras (Ciencias Jurídicas y Políticas), lo he recordado especialmente a él y a su obra. La triple condición de ser un jurista de prestigio, un filósofo notable y un gran profesor, junto a su inigualable sentido del humor y a su amor por la universidad, lo han hecho para mí, a lo largo de los años, una figura inspiradora.
Pero reconozcamos que no todos los universitarios están impulsados por un amor semejante. En los últimos días, la campaña sucia en la Facultad ha arreciado. En su desesperación, quienes temen perder el control han tomado el camino de calumniar de diversas maneras a los candidatos que planteamos un mensaje de transformación profunda (entre los cuales me cuento), convencidos de que esto hará que la comunidad pase por alto la más que visible ruina institucional. Hay también, por decirlo así, y completamente opuesta a la gran obra de Juan Porras, una dialéctica del retrete, en la que algunos parecieran disfrutar flotando entre tesis y antítesis. Se equivocan los que pretenden obligarnos a meternos allí y compartir ese espacio con ellos.
En estos días agitados, disfruto releyendo algunos pasajes de la Dialéctica y recordando el agudo ingenio del querido maestro. Creo que si le pudiera pedir un consejo en esta situación, me diría: “Profesor, en los clásicos están todas las respuestas. ¿O acaso no fue Tales de Mileto el que dijo que el agua era el principio de todo?”.