Alberto Navas Blanco: El liberalismo en el discurso electoral

Alberto Navas Blanco: El liberalismo en el discurso electoral

El “Liberalismo” como proyecto político es uno de los principales sistemas de pensamiento derivados de la Matriz de la Ilustración, especialmente desde el siglo XVIII, cuando ese gran siglo de la Historia puso por delante la idea del progreso y de una extrema confianza en el futuro destino de la humanidad. Obviamente este pensamiento ilustrado se basaba en la valoración de los logros de la llamada Revolución Industrial, el crecimiento demográfico urbano, el incremento en la producción de la riqueza, la expansión colonial de la “civilización” europea y la profundización del conocimiento científico.

La Revolución Norteamericana desde 1776 y la Revolución Francesa desde 1789, abrieron las puertas para que las sociedades occidentales iniciaran el intento de la aplicación práctica de esos ideales básicos de la Ilustración sobre la realidad política, económica y social, cuya programática política cobró forma en lo que vamos a conocer como el Movimiento Liberal. Ello tanto sobre realidades republicanas modernas, como en los EE.UU., pero también en formas políticas monárquicas constitucionales como la gran Bretaña y en Francia, según el momento. Igualmente, el cesarismo imperial napoleónico severamente autoritario se aplicó a un programa de importantes cambios liberales. similarmente, en realidades autoritarias del siglo XIX, como Prusia, Rusia y Austria el liberalismo jugó un papel importante en las acciones de oposición al dominio conservador e, inclusive, en algunos programas socioeconómicos de las autoridades monárquicas y aristocráticas.

Sobre la América Latina, el movimiento liberal llegó en base a los procesos de emancipación del dominio imperial español. La guerra y los movimientos políticos asumen constitucionalmente el programa Liberal, sobre leyes, discursos y proclamas; pero las estructuras de poder internas, heredadas por la dominación criolla llevaron a sus respectivas sociedades hacia una dualidad estructural y funcional, en las cuales el formalismo jurídico liberal amparado por el Estado no se correspondía con una realidad sociopolítica atrasada y de una marcada inclinación conservadora de aspectos y valores del antiguo régimen colonial, entre ellos la esclavitud y la restricciones políticas.
Desde 1830 en adelante, principalmente en realidades como la venezolana, el militarismo caudillista se apropió del programa político liberal. El general Páez, rodeado de las élites de civiles y militares, pese a ser calificado de “Godo” (conservador) por la oposición que se autodenominaba como Liberal, en la práctica ese Páez cuestionado aplicó las medidas liberales más severas con la célebre Ley de Libertad de Contratos, tan criticada por eminentes figuras como Fermín Toro. Mientras que, después de 1846, cuando se apropió del poder la llamada Oligarquía Liberal, bajo los gobiernos autoritarios y nepóticos de los generales José Tadeo y José Gregorio Monagas, hasta 1858, se aplicaron, más bien, políticas regresivas y conservadoras en materia socioeconómica y política que prepararon el terreno para conflagración civil denominada la “Guerra Federal” entre 1859 y 1863, con consecuencias severas hasta 1869.
La Guerra Federal, se llevó a la alcantarilla de la Historia al proyecto liberal caudillista heredado de la emancipación, e inició un nuevo ciclo de liberalismo “amarillo” aún más autoritario, desde 1870, con la llegada del general Antonio Guzmán Blanco al poder, primero como Dictador hasta 1877 y luego, hasta 1888, como centro de una Oligocracia constitucional, que excluyó a la mayoría de la población de sus legítimos derechos políticos en favor de una “Tiranía Liberal” (concepto de Manuel Caballero), que se prolongaría como estructura funcional hasta 1935, a través de los gobiernos de los generales Joaquín Crespo (Legalismo liberal amarillo), Cipriano Castro (Restauración Liberal) y Juan Vicente Gómez (rehabilitación Liberal).





J.V. Gómez en Venezuela y Porfirio Díaz fueron los principales representantes del sistema de Tiranía Liberal implantado en buena parte de América Latina, entre los siglos XIX y XX. De todo ello se concluye que Liberalismo y democracia no son realidades idénticas, sino que son muchas veces opuestas por las necesidades operativas del ejercicio del poder en el terreno del desarrollo histórico.

Todo ello nos lleva a la idea de la “democracia Liberal” como alternativa semántica y práctica para poder conciliar ambos términos y salvar la base de republicanismo que debe regir a todo sistema político moderno y civilizado, dentro del contexto de los valores occidentales. Los sistemas populistas autoritarios que se vienen implantando en América Latina contemporánea, son el principal obstáculo para el futuro desarrollo de una democracia liberal estable y de progreso. Las masas parasitarias y los magnates populistas (como en los tiempos de Julio César siglo I AC.) pueden llevarnos a una especie de Cesarismo totalitario nuevo y sin precedentes, como ya ocurre en sistemas como el de Rusia, Bielorrusia y otros aliados de ese neosistema tiránico que les ofrece a estas nuevas figuras autocráticas un modelo de estructuras de poder aparentemente estable y de larga duración. Mientras tanto el liberalismo y el neoliberalismo parecen estancados, por los momentos, en la sentina de la historia universal, al no poder lograr un modelo propio y original para enfrentar los retos de la complejidad contemporánea y del futuro incierto.


 

Alberto Navas Blanco es Cronista de la UCV. Lic. en Historia. Dr. En Ciencias Políticas. Profesor Titular UCV.