Han pasado seis años de aquel nefasto 22 de mayo, cuando la población de Barinas sintió la necesidad de exigirle al régimen de Nicolás Maduro, mejores servicios públicos. Lo que nadie imaginó fue que ese reclamo manifestado en las calles terminaría con siete personas fallecidas.
Por Corresponsalía lapatilla.com
Aparte de los que manifestaban en las barriadas, en el sector comercio había malestar, porque el régimen madurista los estaba obligando a marcar en su mercancía, precios que consideraban injustos y que les arrojarían pérdidas incalculables.
Ese 22 de mayo de 2017, en Barinas hubo quienes levantaron la voz, ante las pretensiones de Nicolás Maduro de convocar una Asamblea Constituyente comunal, y esta ya era la tercera protesta en un mismo día.
Para esa fecha, el chavismo ya se había metido en la cabeza que la oposición estaba fraguando un golpe de Estado, debido a que se habían realizado una gran cantidad de protestas en el país, por lo que estaban decididos a enfrentarlas bajo la premisa: “Candelita que se prenda, candelita que se apaga”.
En la víspera de aquel 22 de mayo, las protestas habían sido anunciadas públicamente y hubo ciudadanos que tomaron estas acciones como convocatorias a un paro nacional.
En consecuencia, el transporte urbano no trabajó masivamente y las entidades bancarias que tenían gran peso en la ciudadanía, porque marcaban el movimiento económico, tampoco abrieron, porque al personal le costó llegar a las sucursales.
Transcurría el día y un grupo de los manifestantes por servicios públicos se reunieron en la intersección de la avenida Rómulo Gallegos con calle Mérida, en la entrada de la urbanización José Antonio Páez (Los Pozones).
A unos 200 metros de distancia, se encuentra el comando de la GNB, y la presencia de uniformados que se preparaban para intentar disolver la protesta, no fue bien recibida por las personas en la calle.
Rumores y estallido
Ese día los comentarios de muchas personas incidieron en la distorsión de las convocatorias, y las consecuencias fueron muertes y acciones vandálicas que quebraron comercios en pocas horas.
“Recuerdo que fue un día que se extendió a dos o tres, con protestas brutales, con muertes que pudieron haberse evitado y que no fueron aclaradas”, comentó el periodista Francisco Aguilar a lapatilla.com.
“Nunca hubo una averiguación por parte del Estado venezolano, que nos explicara qué fue lo que sucedió ese día”.
La quema de una unidad de transporte público fue la información que corrió como un polvorín en Barinas, y el miedo desapareció de las calles a los buseteros, las personas se encerraron en sus casas y comenzaron a escucharse detonaciones.
Yorman Alí Bervecia, de 19 años de edad, fue el primer manifestante reportado sin vida. Estaba en la entrada de Los Pozones, la zona donde la acción de calle se tiñó con la sangre derramada por este joven.
Fue trasladado de emergencia al ambulatorio León Fortoul Saavedra entre gritos de auxilio, a los que respondió el párroco de entonces de la iglesia Jesús Nazareno, Víctor Manuel Roa.
“El muchacho murió en los brazos del padre Roa”, recuerda Carmen Guédez que decían los ciudadanos de Los Pozones.
“Los barineses deberíamos exigir que se investigue lo que ocurrió, porque ese día, inclusive, hubo ejecuciones por la forma en que murieron esas personas”, refirió el periodista Aguilar.
“Fueron muchas muertes en tan poco tiempo. ¿Se pudieron evitar? Por supuesto, pero las autoridades no actuaron de la manera que indican los códigos y los procedimientos, y se utilizó una fuerza pública excesiva en el control de los manifestantes”, recordó.
De esta protesta también se registró la muerte de Alfredo Cañizales, Elvis Montilla, Freiber Pérez, Miguel Ángel Bravo, Juan Sánchez y Erick Molina.
Saqueos y robos
Los ataques al sector comercio fueron vistos como un ensañamiento que los condujo a la quiebra, incluso, de aquellos que emprendieron poniendo todo su capital y que nunca lograron recuperar.
Calculan que fueron más de 200 establecimientos comerciales saqueados en Barinas, y aunque el régimen madurista les propuso ayuda para su recuperación, los propietarios afectados consideraban una irrisoria suma de dinero sobre lo que habían perdido.
La forma de ingresar a los comercios todavía está en la memoria de quienes fueron testigos, como es el caso de los vecinos de la urbanización Don Samuel, que al consultarlos sobre estos hechos, hablan con indignación de la llegada de bandas de delincuentes en camionetas lujosas, sin placas, que arremetían sin misericordia.
“Robaban y quemaban”, expresó una vecina consultada al respecto, que actualmente celebra que los comerciantes chinos asentados en Don Samuel, reabrieron el año pasado y recuperaron el éxito comercial.