Repudiado y condenado, Nicolás Maduro no salió nada contento de su visita a Brasil. Y su hijo Nicolasito tampoco, que lo acompañaba como su sombra para participar en la Cumbre de Naciones de Sudamérica, a pesar de que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva lo recibió con honores de Estado y le puso la alfombra roja en el Palacio de Planalto en Brasilia. Ocho años después de su última visita, el dictador venezolano no esperaba que lo recibieran a todo pulmón parlamentario con gritos de “asesino, asesino, asesino”, ni ver su fotografía pegada en carteles de “buscado” con la oferta de una recompensa de 15 millones de dólares.
Por Ludmila Vinogradoff | ABC
Tras su llegada a Brasil para una reunión de presidentes suramericanos, el diputado Zé Trovão envió una carta pidiendo a la embajada de Estados Unidos que procediera a su captura.
Lo que Maduro esperaba era que su anfitrión brasileño desmontara con su referencia a una presunta “construcción narrativa” las denuncias que existen en dos informes de Naciones Unidas sobre la violación de los derechos humanos y la investigación de 9.000 víctimas que han testimoniado ante la Corte Penal Internacional por torturas y represión del régimen chavista.
Rechazo de los mandatarios
Pero la defensa que le brindó el presidente brasileño no fue suficiente para acallar las protestas y «tapar el sol con un dedo» a los jefes de Estado, tal y como denunció el presidente de Uruguay, Luis La Calle Pou, uno de los primeros en alzar la voz contra el régimen chavista y desmentir a Lula en sus narices.
Otro aliado izquierdista de Lula, Gabriel Boric, tampoco se tragó el cuento y cargó duro contra el “horror” de la represión del régimen chavista. El presidente chileno aseguró que el punto de vista de Lula es muy distinto al que él ve en los inmigrantes venezolanos que llegan al país andino.
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