Los cambios tecnológicos que se han verificado en estos últimos lustros han alcanzado, también, los ámbitos latinoamericanos. Todos los inventos o novedades que fascinan y dejan boquiabierta a la humanidad, han repercutido de distintas formas en los países que aparecen en el mapamundi muy distantes de las fuentes creadoras de esas innovaciones, que van desde la internet hasta los servicios de transporte como Uber, el internet de las cosas, el teletrabajo, la educación online, el almacenamiento en nubes, la inteligencia artificial, el metaverso y pare Ud. de contar.
Seguramente a más de uno de mis lectores le habrá sucedido lo que en mi infancia experimenté viendo una serie de televisión en la que aparecía un curioso detective denominado como el Super Agente 86. En medio de sus torpezas, el investigador policial de ficción, Maxwell Smart, se las arreglaba haciendo gala de contar con un transmisor instalado en el tacón de su zapato calzado en el pie derecho. Veíamos alucinados, como el talón se convertía en una pantalla en donde aparecía la imagen del interlocutor que se comunicaba con el peculiar policía. Corrían los años en la década del 60 y esos aparaticos tecnológicos que utilizaban en la serie de televisión referida nos parecían puras fantasías. Pues bien al día de hoy tenemos que los venezolanos que se han visto forzados a desplazarse por todos los rincones del mundo pueden hacer uso de su teléfono celular para establecer comunicación directa, con imágenes incluidas, con sus respectivos familiares, o viceversa, en cualquier punto del planeta Tierra.
La verdad es que también en América Latina se dan pasos para adaptarse a esos giros que conducen a la realidad aumentada y a desarrollar simulaciones, a la par de incursionar en los aprendizajes adaptativos. Tampoco estamos ajenos a las tecnologías educativas basadas en la inteligencia artificial y por eso ya se practican las tecnologías apoyadas en el 5G en la educación, todos esos enlaces se entrelazan con la educción que promueven las competencias y los análisis de aprendizajes.
Un nuevo sistema de trabajo es el que se cumple por medio de servicios tecnológicos. Nos referimos al Teletrabajo, método que cobró mayor significación al ser catapultado por las consecuencias de la pandemia COVID-19. Esa modalidad ha avanzado como una tromba en los mercados Latinoamericanos y del Caribe, en cuyos países los trabajadores se vieron compelidos a cumplir con sus respectivas jornadas laborales mediante todos esos aparatos tecnológicos disponibles en la actualidad. Muchas empresas se salvaron de la guillotina invisible de la pandemia, gracias a que millones de obreros y técnicos mantuvieron el ritmo de sus responsabilidades para evitar más perdidas de empleo y el desplome de los ingresos de sus respectivas fabricas o empresas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha mostrado cifras llamativas que evidencian que “en el segundo semestre de 2020, que fue el momento más complicado de la crisis, más de 23 millones de personas teletrabajaron en la región”. Si nos atenemos a esos números aportados por la OIT, tendríamos que “entre el 20 y 30% de los asalariados estuvieron efectivamente trabajando, digito que antes de la pandemia, era inferior al 3%”. Por esos resultados es que Vinicius Pinheiro, director de la OIT para América Latina se atreve a asegurar que “la crisis causó una aceleración de tendencias en los mercados laborales, lo cual deja la sensación de que, junto a la situación dramática de la pérdida de empleo, el futuro del trabajo se estuviera manifestando antes de lo esperado”.
Desde la instancia de la ONU sentencian que “esta mecánica tecnológica de trabajo llegó para quedarse”, además de distinguir entre la faena que llevan adelante los trabajadores por cuenta propia y otra forma de comprenderlo y emprenderlo, como es mediante la multiplicación de formas hibridas que mezclan el trabajo presencial con el que se cumple desde el hogar.
No menos impactante es la puesta en funcionamiento del Internet de las cosas. Así lo apreciamos desde las visiones de procesos que impulsa la Corporación Andina de Fomento (CAF) por intermedio del Banco de Desarrollo de la Región. La percepción es que el Internet de Las Cosas (IoT) está provocando evidentes transformaciones en la dinámicas sociales y comerciales, por lo que los cambios de lo que conocíamos antes es diametralmente diferente a lo que se tiene a la vista desde que opera ese sistema IoT. Todo se explica evaluando los formatos que antes se tenían en cuenta para mantener relaciones en el ámbito latinoamericano, entre las familias, los cabezas de empresas o negocios, la secuencia de actividades entre negociadores, emprendedores, todo, hasta para llegar a las definiciones respecto si se continua, se suspende o se inicia una nueva operación comercial o empresarial.
Lo que se sabe es que están conectados a internet las más variadas herramientas desde las máquinas de producción, televisores, juguetes, hasta las más sencillas mesas o lámparas caseras. Todos esos instrumentos facilitaran conexiones por internet y desde los mismos será factible gestionar a control remoto los más inimaginables datos.
Tampoco faltan los conflictos en el ámbito Latinoamericano como los que se desprenden de las polémicas en torno a la puesta en funcionamiento de la plataforma de Uber que ha logrado incorporar a sus redes a más de 2.4 millones de usuarios regados en 21 ciudades de la región. Esa uberización ha traído cola y pleitos desde que la tecnología se ha impuesto en la articulación de esta red de transporte que ha modificado los servicios en el transporte público tradicional. Similar a los vuelcos que ha traído consigo el sistema de ofertas de alojamientos en hoteles, posadas, apartamentos, etc., mediante el sistema de Airbnb.
Otra repercusión es la que produce el ecosistema de la tecnología educativa que tiene su impulso en la plataforma de inteligencia de impacto HolonIQ, desde la cual, según reporte ofrecido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), denominado “Tecnología Educativa en América latina y El caribe”, se indica que se experimenta una “aceleración de la recuperación económica, aborda las desigualdades, aumenta el acceso y multiplica el apoyo y el impacto de los padres, mentores, maestros e instituciones de LAC”.
Un dato importante refiere que “la industria ha experimentado una dramática expansión; en promedio se han creado más de 4,500 empleos en la región y se ha invertido un capital de riesgo de mil millones de dólares durante los últimos 10 años en 500 rondas de financiamiento”. Lo más resaltante es que en América Latina y el Caribe más de medio millón de personas se muestran apremiantes de innovación referente a lectura, escritura, aritmética y la adquisición de habilidades y conocimientos del siglo XXI. Hay más de 180 millones de estudiantes en 33 países en sectores de educación formal y 300 millones de trabajadores y profesionales que buscan capacitarse de nuevo y mejorar sus habilidades (reskill y upskill)”.
@AlcaldeLedezma