Comisarías clandestinas en todo el planeta, globos espías, miles de agentes encubiertos y colaboradores infiltrados en todos los estamentos de la vida occidental: China tiene espías en todos lados y esa poderosa red es central en la historia del Partido Comunista.
Fernanda Kobelinsky // INFOBAE
Tan serio es el problema que sus tentáculos dañan por igual dentro y fuera del país. De hecho, del espionaje depende la subsistencia del Partido.
La historia de los servicios de inteligencia chinos se remonta a más de cien años y es inseparable de la fundación del Estado comunista. El germen, sin embargo, no es chino, sino soviético.
En diciembre de 1917, tras la revolución bolchevique, Lenin hizo un llamado a “desencadenar Oriente”. Con la atención puesta en el Occidente capitalista, pretendía difundir el comunismo en Asia Central (y más allá también). Con el propósito de alcanzar el comunismo a nivel mundial, en 1919 estableció la Internacional Comunista, Komintern. Lenin sostenía que el capitalismo se debilitaría al ser aislado de los mercados y sufrir la reducción de los recursos proporcionados por sus territorios coloniales y semicoloniales. El sanguinario Stalin, su sucesor, compartía esta creencia. Al igual que Lenin, consideraba que el desorden y la división eran elementos esenciales para una revolución comunista. Y empezaron a mirar hacia China.
Así, el espionaje se transformó en un elemento clave para el avance comunista.
En 1911, el emperador chino había sido derrocado y se había declarado la república. Pekín fue reconocida internacionalmente como capital y se estableció un cuasi gobierno, pero el país estaba profundamente dividido y los líderes locales, muchos de ellos patrocinados por el extranjero, eran verdaderamente los poderosos.
En enero de 1920, los bolcheviques tomaron Siberia Central, establecieron el primer enlace por tierra con China y, en pocos meses, la Internacional Comunista ya tenía un representante en China, Grigori Voitinsky. Y casi en un suspiro, establecieron un centro operativo en Shanghai.
Un año después, en el primer Congreso del Partido Comunista de China, ya participaron dos enviados soviéticos. Ese día, entre los asistentes también había otra persona, un joven e ignoto delegado de la provincia de Hunan llamado Mao Zedong.
Los soviéticos ayudaron a sus hermanos comunistas chinos, pero también armaron y abastecieron a otros partidos en China, especialmente al Kuomintang, el movimiento nacionalista.
En 1927 se formó el primer servicio de espionaje comunista chino, la Sección Especial del Comité Central, o Zhongyang Teke. La Sección Especial fue creada por Zhou Enlai, que se convertiría en uno de los padres fundadores de la República Popular China y más tarde sería primer ministro de la China comunista, desde 1954 hasta su muerte en 1976.
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