Aunque no las veamos, ahí están desde que nacemos: rayas en todo nuestro cuerpo, de la cabeza a los pies.
Por: BBC
Suben y bajan por nuestras extremidades, hacen espirales en nuestras cabezas, se pasean por nuestras caras, hacen estilizadas Vs en nuestra espalda y garabatos en nuestras caderas.
A pesar de ser invisibles, el dermatólogo alemán Alfred Blaschko empezó a sospechar de su existencia cuando, a finales del siglo XIX, revisó lo hallado en su investigación sobre erupciones, marcas de nacimiento y lunares en la piel de sus pacientes.
Había notado que muchas seguían patrones similares, como si hubiera caminos ya trazados por los cuales transitar.
Ya se conocían otras líneas, como las de Langer, que son las que tienden a seguir los cirujanos al hacer incisiones pues marcan los lugares de menor tensión en la piel y pueden ayudar a que las heridas sanen mejor.
Se sabía que estas eran paralelas a la orientación natural de las fibras de colágeno en la dermis y generalmente perpendiculares a las fibras musculares subyacentes.
Lo curioso de esas líneas era que no se correspondían con nervios o vasos sanguíneos, ni con el sistema muscular o el linfático.
El misterioso patrón sólo se volvía visible bajo circunstancias muy específicas.
Tras recopilar datos de un grupo de pacientes con ciertas afecciones de la piel, y mapear la distribución de sus lesiones, en 1901, el dermatólogo alemán presentó sus hallazgos en un congreso de dermatología.
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