Cienciología, una muerte desgarradora y 30 años de amor con John Travolta: la tragedia de Kelly Preston

Cienciología, una muerte desgarradora y 30 años de amor con John Travolta: la tragedia de Kelly Preston

Tenía 23 años cuando se casó con el actor Kevin Gage y la relación no duró mucho. Lo había conocido en el rodaje de SpaceCamp y la ceremonia fue en Hawaii a los pocos meses (Reuter)

 

Era lo contrario de una “next door girl”, la personificación rubia y superficial de la mala de la película, una contracara perfecta y odiosa de las heroínas de las comedias para adolescentes de los años 80. Su sello de origen fue la sensualidad picaresca con la que desbordaba las cajas de los viejos VHS, lista para enamorar galanes nerd como Patrick Dempsey o Andrew McCarthy y convertirse en la peor pesadilla de las chicas buenas de la clase.

Por infobae.com





Si la Andie Walsh de Molly Ringwald en Pretty in Pink (1986) fue la nueva Cenicienta de su época, la Deborah Anne Fimple de Kelly Preston en Admiradora Secreta (1985), donde encarnaba al inalcanzable objeto de deseo del mejor amigo de la protagonista, quedó en el imaginario social como la evolución de la hermanastra malvada: ya no era fea, sino hermosa –y siempre más hegemónica que la actriz principal–, y ya no era tan tonta como manipuladora.

En cuanto irrumpió en la industria, recién llegada de Australia, donde había sido descubierta a los 16 por un fotógrafo de Moda, los papeles se sucedieron hasta que fue encasillada en forma definitiva: de Mischief (1985) a SpaceCamp (1986), pasando por Gemelos (1988), su nombre integraba el reparto obligado de los grandes éxitos de los videoclubes.

Había nacido en Honolulu, Hawaii, el 13 de octubre de 1962, como Kelly Kamalelehua –que en la lengua de la Polinesia significa “jardín de flores”– Smith. Pero, signada desde temprano por las tragedias, su apellido cambiaría pronto: su padre murió ahogado cuando ella tenía tres años y su madre volvió a casarse con Peter Palzis, un empleado de recursos humanos que adoptó a Kelly y le dio su apellido. La familia se había trasladado a Adelaida cuando la joven dio los primeros pasos en su carrera como Kelly Palzis.

Tenía 23 años cuando se casó con el actor Kevin Gage y la relación no duró mucho. Lo había conocido en el rodaje de SpaceCamp y la ceremonia fue en Hawaii a los pocos meses. Pero el actor había sido recortado en la edición de la película y también iba a serlo de la vida de Kelly, que lo dejó en 1987 por el todavía ignoto George Clooney. No tardó en mudarse a su casa, donde convivieron cerca de un año con Max, el chancho mini que le regaló el galán de Ocean’s Eleven y que cuando se separaron se quedó con él. Ella ya estaba enamorada de Charlie Sheen, con quien también convivió y llegó a comprometerse en 1990.

La relación terminó en medio de un escándalo cuando, en enero de 1990, los diarios publicaron que Sheen le había disparado accidentalmente en un brazo a su prometida. Preston no presentó cargos, pero canceló la boda al poco tiempo. Con el paso de los años, él incluiría la historia en una rutina de comedia: “Estoy haciéndome café una mañana y de pronto escucho un tiro. Yo pensé: ‘Bueno, finalmente lo hizo y ahora me van a culpar a mí’. Y corro a ver qué había pasado y me la encuentro desnuda en la escalera, sosteniéndose la muñeca y cubierta de sangre, una escena bastante caliente”. Pero, pese a eso, Kelly siempre fue piadosa con el enfant terrible de Hollywood. Sobre todo después de su caída en desgracia, veinte años más tarde, cuando no dudo en afirmar: “Charlie es una gran persona y en esa época no consumía ni siquiera alcohol. Él no fue quien apretó el gatillo”.

Lo cierto es que para entonces ya se había cruzado con John Travolta en el rodaje de Los Expertos (1989), una comedia que cumplió las expectativas de taquilla pero fue un desastre de crítica. Pasaría a la historia por otro motivo: fue el comienzo de uno de los matrimonios más emblemáticos y duraderos de la industria. Tenían en común más que sus carreras: ambos ya se habían unido al culto de la Cienciología; ella, por medio del coach actoral Milton Katselas, en 1985; él una década antes, en 1975, de la mano de la actriz Joan Prather, que lo vio triste en el set de La lluvia del diablo –la película con la que debutó– y le contó lo bien que le había hecho acercarse a la doctrina de Ron Hubbard.

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