La deuda pública japonesa alcanza los US$ 9 billones, lo cual representa dos años y medio del Ingreso Nacional. Es difícil entender que, en un país conservador, la deuda pública llegue a tales niveles, propios, más bien, de los llamados países en desarrollo y menos disciplinados en lo económico.
Cabe preguntarse: ¿Cómo se mantiene Japón con esa deuda sin causar desequilibrio? En primer lugar, por la confianza, los acreedores confían en que la deuda se pagará puntualmente y, en segundo lugar, y no menos importante, que las tasas de interés son tan bajas, que el gobierno puede mantener una enorme deuda sin generar un problema de capacidad de pago.
La razón de esta singularidad radica en que el consumo en este país es muy deprimido. Los japoneses no son consumistas, por ejemplo, no gastan en ropa, no son seguidores de la moda, por lo tanto, no se interesan por las marcas, ni los productos más caros, en este aspecto buscan la armonía y la similitud. Además, está el hecho de que el 30% de la población tiene más de sesenta y cinco años y es poco proclive al consumo.
En otros países, el consumo es el dinamizador de la economía por excelencia, mientras que, en Japón ante la ausencia de un consumo que dinamice la economía, en los años noventa, llegaron a un consenso para mantener un déficit fiscal anual que se fuera acumulando, y que este déficit estimulara a la economía para lograr, por lo menos, un mínimo de crecimiento.
Los japoneses ahorran aproximadamente el 29% de su ingreso, y ese ingreso per cápita alcanza los 44.000 dólares anuales, con este enorme y consistente nivel del ahorro, es que este país ha logrado desarrollar una extraordinaria infraestructura, en edificios, en inversiones, en industrias, en el sector automotriz y todos los sectores. En fin, que la paradoja resulta no ser tal, si en otras naciones el déficit fiscal es hijo del desorden, en esta el déficit fiscal es otro elemento en el orden nacional.
Economista/ Master en Finanzas/Historiador. https://gerardolucas.wordpress.com/