A fines del siglo XIX, Ginebra albergó una aldea de 200 senegaleses que podía ser visitada por turistas y curiosos. Tal denigrante espectáculo era moneda corriente en la Europa colonialista de aquel tiempo.
Por infobae.com
Tras una estancia en Leukerbad (Suiza), el escritor estadounidense James Baldwin afirmó:
“Según todas las pruebas disponibles, ningún negro había pisado nunca este diminuto pueblo suizo antes de que yo llegara. Antes de llegar me dijeron que probablemente sería un ‘espectáculo’; yo lo tomé como que la gente de mi complexión rara vez se veía en Suiza y también como que la gente de ciudad siempre es un ‘espectáculo’ fuera de la ciudad. No se me ocurrió –posiblemente porque soy estadounidense– que pudiera haber gente en cualquier parte que nunca hubiera visto a una persona negra”.
La extraña constatación de Baldwin no se sostiene, sin embargo, en la evidencia histórica. Cincuenta años antes de que el escritor estadounidense pisara los Alpes, alrededor de dos tercios de la población suiza visitaron el Village noir (el “pueblo negro”) de Ginebra.
Un “pueblo negro” en el corazón de los Alpes
Hoy en día, Ginebra está considerada una de las capitales de los derechos humanos. Pero en 1896, durante la Segunda Exposición Nacional Suiza, acogió un zoo humano.
Existen muy pocas referencias visibles al respecto, salvo una calle que lleva el nombre de su correspondiente exposición “blanca”, el Village Suisse. Sin embargo, el trabajo de varios investigadores ha ayudado a desenterrar la historia del primer Village noir suizo.
Habitada por más de 200 senegaleses, la aldea estaba situada a pocas calles de la plaza central de la ciudad, la Plaine de Plainpalais. Durante seis meses, los visitantes pagaron por observar la vida de estos “actores”. Sus ceremonias religiosas se anunciaban como actos públicos. Los turistas podían fotografiarse con la troupe africana y pasear por sus viviendas.
Estos encuentros, lejos de ser un espectáculo secundario, suscitaron múltiples opiniones. Por un lado, surgieron voces críticas en la prensa. Este punto de vista “misionero” demandaba respeto para los “nativos” y su dignidad, al tiempo que atacaba los comportamientos de los visitantes supuestamente civilizados. Sin embargo, el sistema general de zoológicos humanos no se cuestionó y la jerarquía racial se aceptó como una verdad.
Por otra parte, los grupos racistas se hicieron oír. Según ellos, los individuos senegaleses tenían “tiempo libre” para moverse por la ciudad. Esto desencadenaba su temor a una “invasión negra”.
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