La cumbre de la Unión Europea (UE) con los dirigentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), ocho años después de su última reunión, tuvo lugar en Bruselas el 17 y 18 de julio de 2023 y puso en evidencia que el pragmatismo, la indiferencia, la frivolidad e incluso el cinismo de algunos altos funcionarios, entre los cuales Pedro Sánchez, Ignacio Lula da Silva, Gustavo Petro o Alberto Fernández, predominaron durante este encuentro. La excepción fue el presidente de Chile, Gabriel Boric, quien desenmascaró la situación de Nicaragua, Venezuela y Cuba en relación con el quiebre de un principio fundamental de esta asociación trasatlántica que es el respeto irrestricto a los derechos humanos, pese a que aboga por levantar lo que él llama las sanciones unilaterales. Y denunció la verdadera naturaleza de la guerra de agresión brutal por el gobierno de Rusia contra Ucrania, violatoria del derecho internacional.
Fue un espectáculo injurioso y una nota discordante para quienes somos demócratas por valores y principios y aspiramos a que en Venezuela retornen la decencia y la dignidad junto con un cambio no solo de gobierno sino de modelo y de régimen ver a Delcy Rodríguez, cuya presencia está prohibida dentro de los espacios de la Comunidad Europea por haber sido sancionada individualmente al igual que otros personeros del régimen chavista a causa de graves delitos de corrupción, violación sistemática de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad, ser recibida efusivamente con besos, abrazos y apretones de manos muy cordiales.
Aún peor, como vicepresidenta de una dictadura tiránica ilegítima y usurpadora que hoy sigue arruinando el país en medio de una crisis humanitaria compleja que no cesa, se atrevió a afirmar impasible que “en Venezuela no pasa nada”. Y no hubo nadie para desmentirla, ni siquiera Gerardo Blyde, apabullado por la eufórica corte de adulantes que rodeaba a la funcionaria madurista, “porque ahora el mundo necesita más petróleo”. No cuentan ni los informes independientes de la OEA y de la ONU acerca de los escalofriantes hechos de tortura, violaciones y abusos sexuales, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas aplicados sistemáticamente como política de Estado para someter a la población mediante el terror, las amenazas y amedrentamiento a los familiares de los perseguidos.
No se mencionan el derrumbe de la economía, el colapso de los servicios públicos, la destrucción de las instituciones públicas políticas, hospitalarias y educativas bajo control gubernamental ni la indefensión de la gente por el abandono de las obligaciones de un Estado fallido. Tampoco cuentan los informes de la organización Insight Crime acerca de la naturaleza criminal del Estado venezolano dominado por la camarilla militar civil mafiosa que preside Maduro, con la intromisión y asesoría permanentes de la dictadura de Cuba y sustentado en aliados extranjeros que en el escenario internacional representan no solo grupos irregulares narcoterroristas sino las peores y más temidas autocracias. Sin pena ni gloria, llena de lugares comunes, la Declaración al final de esta Cumbre recogió 41 puntos, de los cuales el cuadragésimo (40°) se refiere de forma escueta y abstracta a Venezuela: “Alentamos un diálogo constructivo entre las partes en las negociaciones dirigidas por Venezuela en Ciudad de México”.
No perdamos el foco. Como señala Eddie Ramírez cuando alerta a no desbocarnos, se requiere sumar, no descansar. Las fuerzas democráticas debemos “ofrecer un solo frente”. No confundir a los complacientes o colaboracionistas aliados al régimen con la verdadera oposición, todos aquellos que, más allá de las diferencias que tengamos, “han evidenciado que su objetivo es salir del régimen”. Coincidimos en que no ha sido por falta de estrategias ni de iniciativas que no hemos superado este oprobio. Se trata de un régimen sin escrúpulos, que violenta reiteradamente la Constitución para preservar el poder y se alía con el crimen organizado internacional y las autocracias. Sin triunfalismos ni prepotencia, tenemos por delante la organización en proceso para escoger entre los dirigentes demócratas a quien nos represente como candidato o candidata presidencial frente a Maduro y sus cómplices. Hagamos de la elección primaria de octubre de 2023 nuestro único consenso.