En medio de un gigantesco escándalo judicial y político se cumple el primer año de gobierno de Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en la historia del país y uno de los arranques de mandato, con la excepción del de Ernesto Samper, más controvertidos de que se tenga registro. El jefe de Estado, adorado por las multitudes en sus discursos sin teleprompter, inteligente, conocedor del país y con empatía por los menos favorecidos, deja un balance agridulce en una génesis de gestión sellada por su ensimismamiento a la hora de lograr acuerdos, su incapacidad para reconocer errores y su terquedad cuando se trata de dejar atrás luchas ideologizadas para buscar avances posibles y plurales.
Por El Heraldo
Sus logros pasan por conseguir una improbable reforma tributaria ajustada a estándares internacionales y en la vía de vencer el flagelo muy al bemol colombiano de la desigualdad, decisiones macroeconómicas y fiscales –su área de experticia– que han funcionado a la hora de reducir el desempleo y la inflación, un protagonismo internacional basado en lo medioambiental que redunda en buenas perspectivas de unidad regional y cooperación y, por último, poner en el centro la vida para acabar con anacrónicos conflictos internos y violencias criminales que siguen dejando muerte y dolor en comunidades que son engañadas una y otra vez por estos actores nefastos.
Sus fallos tienen que ver con un programa de reformas sociales que hasta ahora ha fracasado por el cortocircuito entre la Casa de Nariño y el Congreso que no parece tener un final feliz por ninguna vía, el mismo contenido de estos articulados que causan incertidumbre y temor en sectores políticos y gremiales que aunque reconocen que hay que cambiar asuntos en materia de salud, trabajo y pensiones, prefieren el status quo a un salto al vacío; la inestabilidad en su gabinete de torniquete que hereda incluso desde su Alcaldía de Bogotá, y los escándalos variopintos que rodean a su propia familia y a sus más cercanos alfiles, que recorren expedientes que van desde las ‘chuzadas’ hasta los dineros ilegales en la campaña.
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