“Si hay suelo, no hay techo”: cómo es el libro que usan Leo Messi y Antonela Roccuzzo para la crianza de sus hijos

“Si hay suelo, no hay techo”: cómo es el libro que usan Leo Messi y Antonela Roccuzzo para la crianza de sus hijos

“Si hay suelo, no hay techo”, de Lucas Raspall, es una guía con 50 consejos para una crianza positiva y respetuosa que Antonela Roccuzzo recomendó en sus redes.

 

 

 





 

“¿Por qué tanta prisa?”, se pregunta el psicoterapeuta rosarino especializado en infancias, Lucas Raspall, en Si hay suelo, no hay techo, libro utilizado por Antonela Roccuzzo para la “crianza positiva” de Thiago, Mateo y Ciro, sus hijos con Lionel Messi, así lo reseñó INFOBAE.

Desde la perspectiva de las neurociencias afectivas y la teoría del apego, Raspall comparte 50 reflexiones y consejos sobre cómo emprender la crianza de niños y niñas de manera positiva y respetuosa. Uno de los consejos más importantes, que Roccuzzo compartió en sus redes, es el de no dejarse llevar por el apuro ni trasmitirles a los hijos la vorágine de la vida cotidiana.

“Es respetuoso no llevarlos por la vida a las corridas y a los tirones. Es provechoso dejarlos explorar el mundo. Es conveniente que los ayudemos a preservar -como un tesoro delicado- esa capacidad de asombro frente a todo lo que habita su experiencia. Es positivo que puedan contemplar y, así, aprender por su cuenta. Mejor que intervenir es no interrumpir su concentración”, escribe el autor de libros como Un juguete llamado mente y Neurociencias para educadores en uno de sus capítulos, compartido al final de esta nota.

Editado por HomoSapiens, Si hay suelo, no hay techo está lejos de pretender ser un manual de instrucciones sino, más bien, una guía que acompaña a padres, madres y adultos a cargo de niños y niñas. Concluye Raspall: “El libro se ocupa de ir llevándote a que hagas una reflexión interna. Pero el mejor libro de crianza es tu propio hijo o hija. Ellos te guían, te van señalando las cosas”.

“Si hay suelo, no hay techo” (fragmento)

¿Por qué tanta prisa?

Comenzamos la mañana a las apuradas. Los llevamos a la escuela a los tirones. Salimos de la escuela corriendo. Hay que almorzar rápido porque pronto hay que salir. Deporte, arte, música… apresurados para llegar a tiempo. ¿Juegos? No; tareas, hora del baño, cena y a dormir. ¡Aprisa que en breve empieza mañana!

Es momento de escuchar esa pregunta que tantas veces nos hacen nuestros hijos: ¿Por qué tanta prisa? Es tiempo de detenernos a buscar dentro nuestro una respuesta que ilumine el camino, no una de esas que -otra vez, raudamente-procure quitar del paso el interrogante para seguir adelante. Tomalo como un regalo de ellos, propio de su sabiduría: ¿por qué tanta prisa?

Sus tiempos son diferentes a los nuestros. Su capacidad de asombro no está sofocada por el apuro. Su vocación para explorar cada cosa pequeña que se posa delante de su mirada está viva. Su disposición para descubrir miles de maravillas en el paisaje cotidiano es inmensa. Pero, para nosotros, no hay tiempo y, por carácter transitivo, no lo hay tampoco para ellos. Hay que seguir corriendo. Eso le vamos enseñando; los vamos entrenando porque en la vida (parece que) lo importante es no detenerse nunca.

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