Justo Mendoza: Canache Mata, la reinvindicación de la honestidad

Justo Mendoza: Canache Mata, la reinvindicación de la honestidad

Justo Mendoza

Hay un acumulado de notas y grabaciones sobre la trayectoria de Carlos Canache Mata -como en su momento se formó con centenarios precedentes; Rómulo, CAP, Dori Parra, etc- cuya compilación seguro se hará. Todos esos escritos acumulados que nos hablan de los muertos de AD, van cosiendo retazos de historia que finalmente van a resultar en la gran historia del gran partido.

En la casa central del partido AD, La Pochocha, allá haciendo esquina con el Parque Ayacucho, en Barquisimeto, hay una inmensa colección de libros, donados por familiares y deudos políticos, como también venidos de publicaciones de los gobiernos democráticos y, -siempre ocurre- las publicaciones de los iniciados en el desvergonzado oficio de la adulteración histórica, con sus libros de páginas arrancadas, propio de dictaduras, de cuyo último capítulo son las versiones ahistóricas sobre Allende y su fallido régimen socialista con motivo del quincuagésimo aniversario del golpe militar en Chile. En lo que nos ocupa referido al fallecimiento de Canache, la historia contada por sus compañeros y coetáneos no sólo es letra viva sino también evidencia histórica que relata por temporalidad otras historias. Al relievar tales circunstancias es imposible no hacerse parte del compromiso betancouriano, traicionado por unos cuantos directivos del partido blanco, en cuanto a la honestidad y la templanza en el manejo de los dineros públicos, en base a lo cual Canache es un emblema, con otros tantos, de la segunda generación fundadora, que hicieron una divisa de la frase de Rómulo, -tomada de Vicente Blasco Ibañez- inserta en el prólogos del libro ‘Venezuela, política y petróleo’, “los muertos mandan”.

Se habla poco hoy en Venezuela de honestidad, como conducta que norma la actuación de quienes ejercemos la política. Y es razonable conjeturar que es una consecuencia de la banalización del adjetivo honestidad, en tanto que condición principalísima de entre los valores de la democracia, vinculado directamente a la competencia de control y rendición de cuentas. Banalización empujada interesadamente por los causahabientes y cortesanos del régimen y tomado en la narrativa “comprada” al sistema autoritario como tema incómodo.





Al morir, Canache deja a los adecos -sus deudos políticos- la dignidad de ser honesto, reivindicada, y es un dedo acusador contra el despotismo imperante.

Los muertos mandan, y con la honestidad se cobra políticamente.