¿Qué peso tiene el dólar en las economías latinoamericanas?

¿Qué peso tiene el dólar en las economías latinoamericanas?

 

La propuesta del candidato de ultraderecha argentino Javier Milei de dolarizar Argentina ha vuelto a traer un debate a América Latina, donde países como Panamá, El Salvador y Ecuador llevan ya años con el dólar adoptado como moneda oficial, y otros, como Cuba y Venezuela, con un fuerte mercado sumergido.





Con la bandera de la dolarización -aunque no quiere implementarlo a corto plazo-, eliminar el Banco Central y aplicar “motosierra” al gasto público, el candidato de La Libertad Avanza obtuvo el primer lugar (29,86 %) en las primarias del pasado 13 de agosto.

Sin embargo, pese a una inflación por encima de tres dígitos, los macroeconomistas hablan de “obstáculos insalvables” para esta vía, ya que Argentina carece de dólares necesarios para rescatar la base monetaria y respaldar los depósitos bancarios y, para conseguirlos, las propuestas suponen “incrementos absurdos” de deuda pública, para un país cuyos títulos cotizan al 30 % de su paridad.

Los dolarizados

La dolarización de Latinoamérica comenzó en Panamá, donde el uso del dólar se remonta a hace más de un siglo, apenas un año después de que se independizara de Colombia, y como consecuencia de la construcción del canal de Panamá por parte de EE.UU, pero la moneda ya llevaba casi otro medio siglo circulando, por la afluencia de viajeros debido a la llamada ‘fiebre del oro'”.

La apuesta tuvo sus ventajas. A juicio del Centro Nacional de Competitividad (CNC), posibilitó “una de las tasas de inflación más bajas de la región y una competitiva oferta de créditos”, además de la estimulación comercial y la receta para una economía estable sin un banco central ni un Estado que pueda intervenir para fijar el precio del dinero.

Eso tiene algunas ventajas (intereses competitivos, acceso al crédito y servicios bancarios del primer mundo) pero limita la posibilidad de estimular exportaciones a través de devaluaciones. No obstante, “los beneficios superan con creces los costos”, sostiene el CNC, una organización público-privada sin fines de lucro.

Dólares y balboas aprendieron a convivir de modo extraño: se sabe que la divisa nacional equivale a un dólar, pero sólo se la conoce en monedas de una unidad y con una masa monetaria limitada.

A Panamá le siguió Ecuador, que se apropió del dólar como única moneda legal en 2000 y abandonó el fuertemente devaluado sucre, una decisión en su momento traumática e inesperada, tomada por el entonces presidente Jamil Mahuad (1998-2000) como salida a una crisis acuciante.

El dólar permitió a la economía ecuatoriana alcanzar una estabilidad monetaria y financiera, al pasar de tener un promedio de inflación anual del 36,4 % en el periodo 1980-1998 al 4,5 % en el periodo 2001-2019, según datos del Banco Central de Ecuador (BCE).

“Cuando los políticos son incapaces de manejar adecuadamente la moneda, los ciudadanos comienzan a dolarizar al país de facto, sobre todo en aquellos de débil institucionalidad, donde los políticos monetizan el déficit, es decir, imprimen billetes agresivamente para financiar los desequilibrios fiscales. Eso, al final del día, es pasarle la cuenta a los ciudadanos vía el impuesto de inflación”, comenta el economista ecuatoriano Alberto Acosta-Burneo.

Pero a Ecuador, según el economista, le queda dar un paso más y eliminar el Banco Central, para evitar que pueda emitir dinero a través de la expansión de sus balances fiscales con colocación de bonos, un arreglo contable que puede generar una crisis de liquidez.

Y también es legal el dólar en El Salvador, donde empezó a circular desde el 1 de enero de 2001 junto con el colón salvadoreño, cuyo cambio quedó fijado en 8,75 unidades por dólar hasta que acabó por desaparecer: el sistema bancario convirtió todas las cuentas a dólar y se retiró el colón salvadoreño.

Según dijo a EFE el economista Ricardo Castaneda, la dolarización “sin duda fue más una medida política que económica, porque no había elementos técnicos que respaldaran la decisión”, pero para El Salvador y Honduras, el “mayor beneficio” de la dolarización “después de tanto tiempo” es que ha permitido que la inflación “no sea tan alta”, pero ha “sido un freno para el propio crecimiento económico del país porque hay menos herramientas para incidir en la economía”.

Sin alternativa

Los dólares corren en Cuba de forma progresiva tanto en el mercado informal -más surtido y extenso que el oficial- como en el formal, donde el Estado recauda divisas en el sector turístico y a través de una red de tiendas especiales. Las medidas gubernamentales para contrarrestarla han resultado ineficaces.

La fuerte inflación, la importación a la que Cuba se ve abocada (el 80 % de lo que consume Cuba, según la ONU), la depreciación del peso cubano (de 24 pesos por dólar en 2021 a 240 actualmente) y los cientos de miles de cubanos que están emigrando son algunas de las razones para la popularización de la divisa estadounidense.

Son razones parecidas a las de Venezuela, donde el dólar se usa para pagar y fijar precios desde 2019, cuando el país atravesó una hiperinflación que cerró 2018 en el 130.060 % y vivía la agudización de una crisis eléctrica que colapsó, en múltiples ocasiones, los medios de pago electrónicos, la única manera que había de hacer alguna transacción en bolívares, la moneda local, ante la escasez de efectivo.

Esta dolarización no oficial que el Gobierno ve como una “válvula de escape” ha facilitado “mucho la transaccionalidad, las operaciones comerciales” y el surgimiento de servicios como entregas a domicilio y taxis, aunque no esté permitido aún abrir cuentas bancarias para hacer transferencias o pedir préstamos en dólares, dice a EFE el economista senior de Ecoanalítica, Jesús Palacios.

Sin embargo, el Gobierno venezolano ha tomado medidas, como el cobro de un impuesto a los pagos en divisas, para mantener controlada la dolarización y fomentar operaciones en bolívares, lo que redujo el número de transacciones hechas en moneda estadounidense de casi un 70 % en 2021 a un 50 % en la actualidad.

Los modelos paralelos

En Perú, el dólar convive con el sol desde hace décadas: se puede comprar la moneda extranjera en cualquier casa de cambio, adquirir bienes inmuebles en dólares o abrir cuentas bancarias, depósitos a plazo fijo o pedir préstamos en esa moneda también.

Por su parte, el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) ha efectuado operaciones venta spot (con el tipo de cambio en el momento) en mesas de negociaciones por un millón de dólares y ha subastado swaps cambiarios de venta y CDR BCRP (certificados de depósitos reajustables).

Es un modelo paralelo, donde el dólar convive con la moneda oficial, como sucede también en Uruguay, donde el peso sigue siendo la moneda oficial y la más usada para transacciones diarias, a pesar de que algunos precios de escaparates -sobre todo de electrodomésticos, vehículos o propiedades- se pongan en dólares.

El dólar ha acaparado también los depósitos y Uruguay tiene ya, según la agencia de calificación de riesgo Moody’s, el nivel más alto de dolarización de los depósitos en Latinoamérica con un 74 %.

En el vecino Paraguay, aunque el guaraní es la divisa oficial, en concordancia con gran parte de los actores de la economía mundial, el dólar es la moneda de referencia para transacciones internacionales y se permite su libre venta en casas oficiales y bancos.

El economista Jorge Garicoche explica a EFE que los depósitos en el sistema financiero y bancario de Paraguay muestran una relación de alrededor del 60 % en guaraníes y el 40 % en dólares, aunque en una tendencia mundial, propiciada por la Reserva Federal (Fed) para contener la inflación en EE.UU., se vive una depreciación de la moneda local.

Si bien economistas como Acosta-Burneo no creen que toda la región acabe dolarizada, ve posible una convivencia con monedas locales si se sigue el ejemplo de Perú, que “ha tenido un manejo muy bueno en la moneda (sol), con una institucionalidad bastante sólida y un Banco Central independiente”. EFE