El momento imparable de Jude Bellingham y el regreso a su nivel de Vinícius Junior, la nueva sociedad que invita a soñar al madridismo, desatan la pegada del Real Madrid, que firmó ante Osasuna su triunfo más holgado de la temporada (4-0) y perdonando un penalti, asentado como líder sólido de LaLiga EA Sports.
Dos Ligas consecutivas sin derrotar a Osasuna en el Santiago Bernabéu, era el mejor aviso a una posible relajación tras la conquista de Nápoles que confirmó su poderosa reacción. El día para el olvido del Metropolitano queda enterrado a base de triunfos y un liderato tan firme como la figura de Jude Bellingham.
De nuevo el inglés, con un hambre voraz. Explotando su llegada desde segunda línea, con una pausa en el momento de la definición que le hace infalible. El Real Madrid logró voltear el rumbo de cada partido. De verse obligado a remontar a ponerse por delante pronto. A los nueve minutos cuando Modric dejaba su visión de juego al movimiento al espacio de Carvajal. El balón atrás a la llegada de Bellingham. El disparo arriba. Imparable para Sergio Herrera.
El Real Madrid aumentó el control del partido en el Bernabéu y el número de pases. Tocó con rapidez, amasó tanto la jugada que por momentos se olvidó de añadir profundidad. Apenas dos remates en el primer acto. Uno solo a puerta en el gol. La presencia de Tchouaméni de central como solución de urgencia, dio buena salida de jugada. La de Camavinga de mediocentro entremezcló el poderío físico de un jugador que cubre mucho campo, con las pérdidas de riesgo.
No las supo aprovechar Osasuna. De inicio temeroso, falto de intensidad en las marcas. Liberado ya con el marcador en contra para comenzar a buscar a Budimir cuando robó, con centros laterales que no encontraron remate hasta la última acción del primer acto, cuando en el punto de penalti perdonó el delantero con todo para marcar.
Antes, dudó en ir arriba y desprotegerse, consciente del peligro a la carrera madridista, o defender restando presencia ofensiva. Se decidió después de sentir poco sufrimiento, en un balón inesperado que cayó a Carvajal, la única acción de peligro del primer acto, cuando optó por picar el balón al portero y se equivocó. Tras la reanudación, cuando el Real Madrid encontró metros para correr, desatar su fútbol vertical y añadir la esperada pegada.
Se repitió la historia. A los nueve minutos, marcaba el Real Madrid. Bellingham, quien si no. Tocando y lanzando el desmarque a Fede Valverde, al límite del fuera de juego que rompía Juan Cruz, y definiendo en esta ocasión por bajo. Partido sentenciado mientras la grada del Bernabéu cantaba con admiración el “Hey, Jude”.
Debe repartir cariño entre sus referentes. Sin olvidar a Vinícius que parecía relegado a un segundo plano hasta que apareció con fuerza en el partido. Con más espacio para correr y mostrar su habilidad, inició su búsqueda del gol hasta que volvió a disfrutar de la sensación de marcar en el Bernabéu.
Kepa había frenado en seco cualquier intento de reacción rojilla. Voló a un disparo de Rubén Peña. Y la goleada tomó forma cuando la inocencia de Osasuna con balón, con líneas adelantadas, provocó una pérdida que encontró la segunda asistencia de Valverde. En esta ocasión con un pase al espacio a la carrera de Vinícius que tuvo tiempo para pensar y resolver la acción con grandeza. Recorte al portero con calidad y gol a puerta vacía.
Soltado de ataduras ofensivas con una sociedad que comienza a carburar, Vinícius cambió el gol para la asistencia para extender el idilio de Joselu con el Bernabéu. El disparo cruzado aumentaba el castigo a Osasuna y pudo ser peor cuando David García, en un partido para el olvido, cortó con el brazo un disparo de Kroos. Rodrygo, el único que faltaba por sumarse a la fiesta, ya estaba sobre el césped y no quiso chutarlo en un claro gesto de falta de confianza. Lo hizo Joselu y Sergio Herrera evitó la manita. EFE