Nada la detiene porque su decisión es «seguir hasta el final» y el autoritarismo ha terminado por comprender y aceptar que todo lo que haga para obstaculizar el empeño libertario y justiciero de María se le revierte y es como si al mismo tiempo que frena y agrede, estuviera sosteniendo la pala con la que cava su propia fosa.
Un oscuro y mediocre funcionario firma un absurdo documento que inhabilita a Mil novecientos, pero María sigue adelante y el régimen calla pero continúa ofendiéndola. La agrede, le impide desplazarse en avión y la hostiga de manera inclemente, porque además es mujer, pero los seguidores de María repelen a los toscos y primitivos agresores; la protegen y María mira a quienes la agreden y al mirarlos se dan cuenta de que ellos y quienes ordenan los abusos desconocen el honor y la dignidad.
¡María nos representa! Es una nueva visión política que busca recuperar y restablecer al desasistido país que somos, rehacerlo; esquivar la resonante pero vacía retórica política que tanto nos ha aturdido en democracia o en dictadura. Y siento que hay certeza y verdad en María porque es mujer independiente y es ahora cuando el machismo venezolano ha comenzado a reconocer a la mujer, a darle paso, a aceptar que ella es ser.
Y es lo que estamos haciendo: permitir que María siga adelante hasta el final y nos libere. Es comprensible y saludable que los candidatos que no logren el deseado éxito en las primarias apoyen decididamente al ganador contribuyendo juntos a la recuperación del país.
Sé que una votación electoral debe ser secreta, pero en este caso me hago el idiota del barrio y grito a toda hora que si mi candidata está inhabilitada voto por ella; que si no hay primarias porque el régimen, temeroso, las suprime en una maniobra que evidenciará su miedo y debilidad, también votaré por ella y con ella seguiré hasta el final.
Siempre recordaré la vez que María se enfrentó a Hugo Chávez porque mostró una salvaje pero serena valentía e implacable sentido de honor y de justicia; no le exigió que fuera varón como pidió en su momento el presidente Uribe de Colombia, ni lo mandó a callar como le exigió el rey de España, pero se le enfrentó y lo puso en su sitio. Registró para la historia la insólita imagen de la mujer que mira al macho prepotente y vulgar y le enseña honor y dignidad.
Entonces comparé a María con Antígona, el personaje dramático de Sófocles. Antígona es hija de Edipo y Yocasta que desafía la ley impuesta por su tío Creonte, rey tiránico y cruel que prohíbe honrar a Polinices, difunto hermano de Antígona, dándole sepultura; ¡su cuerpo debe permanecer insepulto!, pero Antígona a la vista de todos entierra a su hermano a costa de su propia vida. Condenada por Creonte a ser encerrada en una tumba, Antígona pone fin a su vida ahorcándose.
Antígona plantea un conflicto vigente todavía hoy: la oposición entre la ética y lo que se cree políticamente correcto; y al enfrentar al régimen militar autoritario, María está devolviéndole la vida a Antígona, liberándola, rescatándola de su injusto destino infeliz y, al mismo tiempo, nos está conduciendo hacia un nuevo y espléndido horizonte. Y yo, personalmente, la aplaudo y repito: seguiré con ella hasta el final.
¿Qué ocurrirá entonces? Ocurrirá, y vuelvo a decirlo, que todos nosotros, juntos, con María, es decir, con Mil novecientos; ¡con una persistente e inteligente mujer llamada María Corina Machado, navegaremos hacia el sol!