Es objeto de reflexión a lo largo de la historia de la humanidad. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano lucha testarudo e incansablemente por comprender y afrontar su propia mortalidad. Algunos la consideran una estrategia de defensa para sobrellevar la ansiedad y el temor que causa la conciencia de la finitud de la existencia. Y, en extremo, tiene consecuencias para la salud mental; se experimenta angustia, depresión, sentimientos de vacío existencial, trastornos de ánimo, perturbación en la alimentación y zarandeos en adicciones.
La política es un escenario donde la negación de la muerte se manifiesta de manera extraordinaria. Líderes, partidos y regímenes, se aferran a la idea de la inmortalidad, buscando perpetuar su poder e influencia a través del tiempo, convirtiéndola en un medio para escapar de la duración humana.
El poder es un vehículo que lleva a creer, se puede trascender la mortalidad. La búsqueda de un legado duradero es una forma de negación de la muerte política, que se exterioriza en la construcción de monumentos y estatuas, promulgación de políticas duraderas y afianzamiento del culto a la personalidad en torno a líderes históricos, en la creación de una narrativa que garantice la perennidad en la memoria colectiva.
El arte de la política, en muchos aspectos, puede entenderse como expresión de la ausencia de la muerte. El liderazgo político con asiduidad busca poder y autoridad para afirmar existencia y trascendencia. En este contexto, es herramienta fuerte y eficaz para movilizar masas y mantener control sobre la sociedad, justificando acciones extremas, argumentando, cualquier medio es válido para preservar el poder y la inmortalidad política.
La perpetuidad política puede y tiene profundas implicaciones sociales. La construcción de legados políticos se traduce en la prolongación de ideologías, pensamientos, corrientes, y estructuras de poder, resultando en conflictos y desigualdades a lo largo de generaciones; erosionando la democracia, maltratando la libertad, acrecentando el desprecio por los Derechos Humanos en nombre de la continuidad del régimen.
La renovación política es un desafío y para abordarla de forma adecuada, es esencial reconocer la importancia de la alternancia. La democracia, como sistema que permite cambios pacíficos en el liderazgo, sirve como antídoto contra la eternidad indebida y no deseada. La sociedad debe valorar la adaptación y el cambio como elementos inevitables para impedir el estancamiento y la crisis que surge de la negación de que murió y el tiempo finalizó.
Un fenómeno complejo que involucra la pesquisa por la permanencia a través del poder y legado. Comprenderlo, es básico para evaluar implicaciones y consecuencias que tiene para la sociedad. Hay que cuestionar la relación entre el poder y la finitud humana. Considerar cómo la política puede ser reflejo de nuestros miedos y anhelos más profundos en la lucha por trascender la propia mortalidad en el escenario político.
En Venezuela, la negación de la muerte política es admirable, asombrosa. Desagrada, sorprende y ofende, como vencidos, fracasados, rechazados y depuestos por la inmensa mayoría ciudadana, pretenden obligar para preservarse, ignorando la realidad, y desconociendo el mandato popular, no renuncian ni se apartan, para que, los genuinos ganadores y legítimos triunfadores, por orden de la ciudadanía, dirijan el destino de la nación.
@ArmandoMartini