Junto con el cempasúchil y las ofrendas, la catrina se ha convertido en uno de los símbolos esenciales del Día de Muertos. Cada año, el esqueleto con vestimenta elegante es protagonista de desfiles y fiestas de disfraces, pero la intención original de su creador, José Guadalupe Posada, era hacer una crítica social a la burguesía, cuyos lujosos atuendos de seda contrastaban radicalmente con la realidad de los mexicanos en esa época.
Por El País
Su nombre original era la Calavera Garbancera, un término que se utilizaba para referirse a las personas que negaban sus raíces indígenas e imitaban la moda europea. Posada —nacido en Aguascalientes en 1852— trabajaba como ilustrador y grabador en medios dirigidos a la clase trabajadora, por lo que usaba a las calacas para representar las alegrías y dificultades cotidianas, y también para burlarse de aquellos que se enriquecieron durante el Porfiriato. Uno de sus grabados más memorables es el de la calavera portando un sombrero francés decorado con flores y plumas de avestruz, una sátira de las señoras de la alta sociedad que portaban accesorios opulentos, pero estaban “en los huesos”, según el mensaje del autor.
Aunque Posada fue un prolífico artista a partir de la apertura de su taller en Ciudad de México en 1888, murió prácticamente en el anonimato en 1913. Fue hasta que Diego Rivera reinterpretó sus creaciones, que el grabador finalmente obtuvo el reconocimiento como uno de los mayores representantes del arte popular mexicano. “Seguramente, ninguna burguesía ha tenido tan mala suerte como la mexicana, por haber tenido como relator justiciero de sus modos, acciones y andanzas, al grabador genial e incomparable Guadalupe Posada”, escribió el muralista sobre su antecesor, a quien siempre consideró como una inspiración.
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