Carles Puigdemont, el independentista constante

Carles Puigdemont, el independentista constante

El ex presidente catalán Carles Puigdemont. REUTERS / Francois Lenoir

 

Cuando Carles Puigdemont era periodista y viajaba al extranjero, solía llegar de noche a los hoteles porque era más fácil que un conserje inexperto aceptara su falso documento de identidad catalán y así no tener que usar el español.

Esta anécdota, contada por él mismo en 2016 en la presentación de su libro en catalán “Cata…què?”, sobre la visión que la prensa internacional tiene de Cataluña, ilustra su obsesión, hasta los últimos gestos, por que su tierra sea un país independiente.





“Hay que construir cada día la república, hay que ganársela”, explicó a la AFP en una entrevista en 2018.

Pero, paradojas de la vida, los votos de los siete diputados de su partido Junts per Catalunya servirán para facilitar la gobernabilidad de España, “el Estado opresor”, como le llaman los independentistas- y hacer presidente de nuevo al socialista Pedro Sánchez.

Según una fuente próxima a las negociaciones, Junts y los socialistas llegaron este jueves a un acuerdo para facilitar una nueva investidura de Sánchez a cambio de impulsar la aprobación de una ley de amnistía para los dirigentes y militantes separatistas procesados por la justicia española, principalmente por su implicación en el intento de secesión de Cataluña en 2017.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) necesitaba esos siete diputados, y los siete del otro partido independentista, Izquierda Republicana de Cataluña (ERC), ya garantizados, para que la  investidura de Sánchez sumara mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados.

Presidente periodista

Carles Puigdemont nació el 29 de diciembre de 1962 en Amer, un pueblo idílico, de montaña y campanario, con 2.200 habitantes, a 100 km al norte de Barcelona, siendo el segundo de ocho hermanos.

Su familia conserva aún en el pueblo la pastelería de sus padres, Xavier Puigdemont y Nuria Casamajó, una huérfana de la Guerra Civil con raíces en Andalucía, en el sur de España.

Puigdemont está casado con una periodista rumana y es padre de dos niñas. Toca la guitarra, y formó parte de un grupo de rock en su juventud – “afortunadamente no queda ninguna grabación”, bromeó este político de peinado singular.

Estudió filología catalana y antes de dedicarse profesionalmente a la política fue periodista, redactor jefe del diario en catalán “El Punt”, director de la Agencia Catalana de Noticias (ACN) e impulsor de “Catalonia Today”, un diario sobre Cataluña en inglés.

“En Cataluña muchos se han hecho independentistas por reacción alérgica a las políticas de Madrid. Pero él no, él siempre ha tenido estas convicciones”, explicó un amigo del que luego se distanció, el articulista Antoni Puigverd, del diario barcelonés La Vanguardia.

En 2011 fue elegido alcalde de Girona por el partido nacionalista Convergència i Unió, y era prácticamente un desconocido en España cuando, en enero de 2016, una serie de carambolas lo propulsaron inesperadamente al frente del gobierno catalán.

“Aceptó, por responsabilidad y por independentista, más que por gusto o por ambición”, explicó uno de los miembros de su gobierno, Santi Vila, en su libro de memorias.

Desde su posición, Puigdemont protagonizó uno de los momentos más trascendentales de la España contemporánea, cuando proclamó, en octubre de 2017 una independencia de Cataluña que nunca se materializó.

“No hay un botón que pulsándolo te salga una república”, lamentó ante la AFP en aquella entrevista de 2018. “Esto no va así”, sentenció.

“Héroe o traidor”

En aquellos meses que precedieron a la declaración, el movimiento independentista estaba en plena efervescencia, venía de años de importantes movilizaciones y no estaba dispuesto a conformarse con menos.

Aquella declaración de independencia fallida fue el resultado del “dilema de ser un héroe o un traidor para los independentistas”, estimó Vila. Y “optó por lo primero”, en un gesto consecuente con una vida de militancia.

Estaba “seguro de que sus palabras y sus argumentos serían más fuertes que las leyes y resortes de poder del Estado”, ahondó Vila.

Puigdemont se estableció en Waterloo, cerca de Bruselas, reclamado por la justicia española, en contraste con sus compañeros de gobierno, que se quedaron en Cataluña y acabaron siendo juzgados y condenados en 2019 a penas de hasta 13 años de cárcel, antes de ser indultados en 2021.

En estos seis años transcurridos desde 2017, Puigdemont, que ha sido elegido eurodiputado, sigue contando con un gran predicamento entre un sector del independentismo catalán que aprobó su decisión de irse al extranjero y resistirse a acabar juzgado en España. AFP