El fracaso del populismo en Venezuela, por Marta de la Vega @martadelavegav

El fracaso del populismo en Venezuela, por Marta de la Vega @martadelavegav

Tres hechos ponen en evidencia que la llamada revolución bolivariana del siglo XXI no solo ha sido una farsa siniestra, sino que el populismo militarista y rentista que la camarilla dominante y sus cómplices, de Chávez a Maduro, pretendió implantar en el país y expandirlo en el extranjero con el apoyo del “Foro de Sao Paulo” y del “Grupo de Puebla”, ha sido derrotado en la mentalidad resiliente de los venezolanos, en los propios hechos y solo sobrevive por la represión brutal y selectiva, la violación sistemática de los derechos humanos y el terrorismo de Estado.  

El relato de Sebastiana Barráez sobre el coronel del ejército Francisco Javier Centeno pone de relieve la perversión, distorsión y abandono de los ideales que llevaron a un grupo de militares a la rebelión fallida contra el Estado constitucional de derecho de Venezuela y contra el legítimo presidente de la república, Carlos Andrés Pérez, el 4 de febrero de 1992. La asimetría entre la opulencia actual de algunos de los militares que apoyaron el levantamiento y la indigencia trágica de otros, igualmente comprometidos en la asonada golpista, como fue el caso de Centeno, testimonia el fracaso del proyecto chavista y la tergiversación de las metas que se plantearon entonces. 

Democratizar la democracia y profundizarla, saldar la deuda social acumulada por el extravío de la ruta modernizadora, incluyente e integradora, de probidad y progreso social que se trazó el liderazgo consolidado con el Pacto de “Punto Fijo” después de la huida del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, pareció haber justificado el golpe militar, como lo sostuvo al día siguiente en su discurso en el Congreso el expresidente Rafael Caldera. Al desdibujarse la democracia en el bipartidismo hegemónico de carácter populista y complaciente y haber sido sembrada la corrupción como mecanismo de participación en el reparto de prebendas y parcelas de poder de un Estado dirigista, proteccionista, asistencialista y demagógico, hubo un viraje en la conducción de las riendas de la república. 





La victoria electoral de Chávez en 1998, cuarenta años después, hizo renacer esperanzas de redención social y dignificación de los más vulnerables. No se cumplió ninguno de los objetivos anunciados, sino todo lo contrario; recuperar la ética pública, atacar frontalmente la corrupción o asegurar la transparencia en la gestión gubernamental fueron retórica hueca y oportunismo transgresor para asaltar el erario nacional y arruinar el país. La creciente bonanza petrolera y los inmensos ingresos del Estado fueron desperdiciados en derroche clientelar, amiguismo despilfarrador, robo descarado o desviación de recursos a favor de intereses particulares y partidistas. 

El suicidio del coronel fue resultado de la acumulación de secuelas de la falsa y depredadora revolución bolivariana y de la difícil situación económica que sufría. Días antes de ser hallado muerto en su casa, un mensaje a su compañero del ejército, de apellido Hurtado, anunciaba el desenlace: “…esta situación es insostenible. Hermano, yo estoy en una crisis económica como nunca en mi vida”. Centeno fue uno de los artífices del triunfo de la supuesta revolución bolivariana, segundo comandante de la unidad militar que comandaba Hugo Chávez el día del golpe. Pese a ser uno de los participantes en la felonía que se “purificó” e “institucionalizó” con el triunfo presidencial de Chávez, terminó sus días en la peor miseria, deprimido e implorando ayuda que no consiguió y que lo llevó a matarse con una pistola calibre 38 de su propiedad, el 8 de octubre de 2023 en Cagua, estado Aragua, en la urbanización “Ciudad jardín”, donde residía. 

En la funeraria donde fue velado el coronel, dos coronas florales de magnífica factura eran prueba muda de la disparidad de su destino y el de sus compañeros de armas. Enviadas por los militares Diosdado Cabello y José Gregorio Vielma, ambos en la cúspide del poder del régimen actual venezolano, ebrios de privilegios y holgura económica, estas ofrendas, de la misma floristería, no pudieron ser más ofensivas para el muerto, sus amigos de las Fuerzas Armadas y sus familiares. El pueblo venezolano se los cobrará.

El segundo hecho que muestra el fracaso del populismo ha sido la victoria contundente y conmovedora de María Corina Machado en la elección primaria del 22 de octubre como candidata presidencial para 2024, con el apoyo de casi 93% de los electores en el país y en el exterior, pese a todos los obstáculos y zancadillas. La energía poderosa de su presencia, su temple, integridad, valentía y decencia la han convertido en líder incuestionable de las fuerzas democráticas contra la autocracia de Maduro y la mafia militar civil que controla las instituciones del país. Pero, sobre todo, revela con sus declaraciones, que ha triunfado una manera distinta de hacer política, sin cuotas de poder ni repartición de cargos, sin componendas ni negociados para gobernar. 

El tercero, quedó de nuevo al descubierto con la pretensión de manejar la justicia como instrumento de control social y persecución política. La grotesca decisión de la sala electoral del tribunal supremo de injusticia y la manipulación de un “alacrán” acólito del régimen sobre la “inhabilitación política” de Machado, ilegal e inconstitucional en el supuesto negado de haberse dado, fue desenmascarada por respetados juristas venezolanos. Sus demostraciones y análisis “para sepultar definitivamente la matriz de opinión sobre la inhabilitación” son de antología en jurisprudencia y política y debemos difundirlos al máximo. Destacan los de Román Duque Corredor, recientemente fallecido; Moisés Troconis, Enrique Sánchez Falcón, José Vicente Haro, José Ignacio Hernández y Tamara Adrián. Desmontar la politización efectista y mentirosa de la justicia es derrotar el populismo.