Motivo de una profunda satisfacción, la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) le ha otorgado el doctorado honoris causa a Virginia Betancourt Valverde. Hablamos de una venezolana de excepción que ha sido la primerísima responsable de haber sembrado de bibliotecas a todo el país, definiendo e implementando una política de Estado como ya no se tiene en el curso del presente siglo.
Constituye una buena noticia, en medio de las actuales y difíciles circunstancias para un país que se resiste frente al poder establecido. Ella constituye un ejemplo de probidad, persistencia y devoción a Venezuela, intransigente a la hora de defender y promover la libertad y la democracia.
Por lo pronto, permítanos dos rápidas aproximaciones: por una parte, desde la creación del Banco del Libro hasta la del Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, Virginia demostró cuán comprometido, eficaz y eficiente puede ser el servicio público en el marco de un Estado Constitucional. Toda la infraestructura bibliotecaria sobreviviente en el país, la deben a una gestión profesional y convincente, añadida la sede principal, el Foro Libertador de Caracas, que jamás fue inmueble de partido alguno, con servicios múltiples que le dieron también alcance a los sectores populares.
De su magnífica trayectoria, da cuenta una obra publicada en México bajo la responsabilidad de Estela Morales Campos y Johan Pirela Morillo de título elocuente: “Forjadores e impulsores de la Bibliotecología latinoamericana: Venezuela” (UNAM, 2020: 29-32) [*]. Además de reivindicar la bibliotecología y la archivología, ahora, creídas completamente inútiles al compás del engañoso desarrollo tecnológico, Virginia equipó al Estado de una calificado e inigualable capital humano que le garantizaba la continuidad y profundización de una política pública ya inexistente.
Corajudamente, a contracorriente de aquel país de las iniciales bonanzas petroleras que ayudaron a sembrar los antivalores para llegar a las consabidas orillas del siglo XXI, Virginia agigantó sus labores. Y es que, por otra parte, hija de quien fuese presidente de la República en dos ocasiones, vive en Venezuela y comparte las mismas estrecheces de la contundente mayoría de los venezolanos.
El dato es importante y necesario, porque luce inconcebible a la luz del socialismo del siglo XXI que los herederos de quienes ejercen o han ejercido altas o medianas funciones de Estado, no tengan aviones privados y vastas propiedades en el extranjero, y no usen una vestimenta y vehículos de marcas y modelos recientes, sin a nadie le den explicación alguna. Ella sigue dando un inmenso testimonio de austeridad y de compromiso cívico, pendiente del legado histórico y documental que le reconocen propios y extraños a Rómulo Betancourt.
En una época en la que no sobran precisamente muchos, las nuevas generaciones tienen un ejemplo a descubrir y seguir: Virginia Betancourt Valverde. Y vaya nuestra salutación para ella, Iván Castro y toda la familia, por el justísimo reconocimiento que la UPEL justísimamente ha hecho.
[*] https://ru.iibi.unam.mx/jspui/bitstream/IIBI_UNAM/9/4/forjadores_venezuela..pdf.