Por esta época de navidad en la Venezuela de ayer los políticos de diversos bandos pactaban una especie de tregua y hasta se intercambiaban saludos, no voy a decir que eran sinceros pero era un receso que se agradecía, con la llegada de Chávez los adversarios pasaron a ser enemigos y una nueva narrativa con un mensaje excluyente dividió a los venezolanos en patriotas y apátridas, revolucionarios y escuálidos, por primera vez después de la independencia y la guerra federal en el siglo XIX el discurso político dividió a la sociedad venezolana, esta vez no para obtener la independencia y liberar américa del colonialismo español, tampoco para repartir tierras que sólo se repartieron los del bando vencedor de manera arbitraria, después de una contienda fratricida, cruenta y sin ningún sentido ni resultado positivo, que arruinó el país y sembró la semilla del resentimiento y el odio social.
El mayor de los problemas con el poder del odio, es que para mantenerse en control debe reavivar la hoguera de la división de manera permanente a costa de lo que sea, por eso es que hemos escuchado de algunos de los jerarcas del régimen que a los pobres hay que mantenerlos pobres porque si dejan de serlo se emancipan de la dependencia de las dadivas del estado y se pasan al enemigo, en esa tarea de avivar la llama del odio y el resentimiento fue un maestro Fidel Castro, que para justificar el empobrecimiento de Cuba, le achacó toda la responsabilidad a un embargo que hoy resulta un anacronismo de la guerra fría.
En el 2024 con una elección presidencial que Maduro no puede esquivar, el poder del odio enfrenta su mayor desafío en 25 años, hasta ahora ni Chávez ni Maduro habían encontrado una kriptonita que amenazara su larga permanencia al frente del gobierno, la división de la sociedad dirigida por el General miedo y los quinta columnas dentro de las filas opositoras habían alcanzado sus objetivos, pero la llama del resentimiento está mutando a descontento gracias al torrente de esperanza que despierta María Corina, el poder de la unión está convocando a la construcción de un país inclusivo, no a un país de un igualitarismo utópico fracasado, sino a una Venezuela de equidad y oportunidades.
Maduro va a tratar por todos los medios y maneras de impedir la candidatura de la ganadora de las primarias, sencillamente porque saldría derrotado por paliza y María Corina por su lado liderando la nueva coalición va a intentar ser consecuente con su lema de llegar hasta el final.
El año 2023 ha sido de derrotas para Maduro, las primarias y el apoyo que desafió al régimen, el fracaso del referéndum sobre la reclamación sobre el Esequibo y para cerrar la reculada con la reunión con el Presidente de Guyana, en el arbolito de navidad de Miraflores el único regalo para Maduro es la liberación del colombiano Alex Saab, que después de mostrarlo como trofeo pasará discretamente al olvido, porque ya no resulta útil para casi nada de lo que lo hizo famoso y rico en el pasado.
La inflación de este año es más alta que la del año pasado, la posibilidad de producir más petroleo que genere mayores ingresos es prácticamente imposible y la burbuja generada por la dolarización de hecho ha reducido el consumo y se espera que para el 2024 sea aún mayor la contracción con más pobreza, servicios públicos ineficientes y salarios que no alcanzan ni con todos los bonos que inventen.
Por ello insisto que es de capital importancia para Maduro impedir que María Corina sea candidata, con cualquier otro político de la vieja coalición Maduro con todo y descontento iría a la reelección indefinida que se inventaron para no entregar el poder, pero con María Corina es diferente porque representa lo contrario del odio y el resentimiento, que ha perdido fuerza pero no puede percibirse totalmente derrotado, porque las fuerzas del mal no descansan y en eso está clara la líder del cambio cuando afirma que para realizar unas elecciones democráticas es necesario salir de Maduro.