Llama la atención, que un acontecimiento tan extraordinario no haya merecido una reseña por parte de ninguno de los medios de comunicación nacionales, hasta la fecha.
Las consecuencias catastróficas de este evento, nunca bien apreciadas, condujeron a la pérdida de la confianza de los venezolanos en las instituciones, en los políticos y en el sistema democrático en general. Ese desencanto, explica, en parte, la llegada al poder, cuatro años después, del golpista Hugo Chávez.
En vista de esta omisión, lo único que nos queda por hacer es traer el acontecimiento al presente haciendo una breve remembranza.
Primera Ola: El primer grupo bancario en colapsar fue el Latino, liderado por el Banco Latino y el Banco de Maracaibo. Este grupo, fue objeto de una creciente corrida bancaria desde octubre de 1993, en plenas elecciones presidenciales, en las que resultaría electo, por segunda vez, Rafael Caldera. El Latino, además de su debilidad financiera, era percibido como el banco de Carlos Andrés Pérez. Por otro lado, sobre la figura de su presidente Gustavo Gómez López, recaían graves acusaciones, como la de promover el golpe de estado contra el gobierno interino de Ramón J. Velázquez, llamado el Golpe Seco, a fin de evitar el triunfo de Caldera, todo lo cual, contribuyó a su derrumbe. La intervención se hizo a puertas cerradas y con muchos tropiezos.
Segunda Ola: Comenzó con el financiamiento de FOGADE a siete bancos: Banco La Guaira, Banco Amazonas, BANCOR, Banco Metropolitano, Banco de Maracaibo, Banco Construcción, Banco Barinas y la Sociedad Financiera FIVECA, que luego, en mayo de 1994, serían formalmente intervenidos y liquidados.
Tercera Ola: Ocurre en septiembre de 1994, se llevó al grupo del Banco Consolidado, liderado por el carabobeño José Álvarez Stelling, y al emblemático Banco de Venezuela, que había sido adquirido recientemente. La caída de estos dos bancos, y sus empresas relacionadas se debió, principalmente, a los altos costos que le significó a Álvarez Stelliing la compra del Venezuela, y su incidencia en la solvencia financiera del Grupo Consolidado, ya que, en esos momentos, imperaban unas altísimas tasas de interés.
Cuarta Ola: En diciembre de 1994, se produjo la caída del Banco Progreso y el Grupo Suramericana, propiedad del inefable Orlando Castro, empresario cubano, quien acuñó la frase “aquí estamos y aquí seguimos”, y acto seguido, partió a Miami, para terminar preso por la justicia norteamericana.
A este cierre bancario le siguió, un mes después, los de otros tres bancos pequeños; el Banco Ítalo, el Banco Profesional y el Banco Principal.
Quinta Ola: Esta última ola condujo a la intervención de dos bancos pequeños; el Banco Empresarial, el 25 de agosto, y el Banco Andino el 10 de noviembre de 1994.
Todo el complejo proceso de intervención bancaria se realizó de forma improvisada, sin suficiente coordinación entre los organismos competentes, con intervención de los factores bancarios y políticos que dificultaban el nombramiento de personas capaces; además, del uso de la crisis por parte de Caldera, con fines políticos, y que, al final, para quitarse presiones y problemas, el gobierno acordó pagar las deudas reales y supuestas de la banca, de las mesas de dinero, de los fideicomisos, legales e ilegales, a todos los acreedores, mediante dos emisiones de Deuda Pública Nacional y recursos provenientes del Banco Central de Venezuela, en forma de dinero inorgánico, que catapultaría la devaluación y la inflación de la moneda, con grave perjuicio a toda la comunidad nacional.
Economista/ Master en Finanzas/Historiador. https://gerardolucas.wordpress.com/