¿Existen los milagros? Existen. Hay cientos de miles en la historia de la humanidad. Los no creyentes dirán que esta opinión no tiene validez. Que no tiene respaldo científico. Escuchemos entonces una opinión científica.
Por Clarín
“Fue un milagro”, dijo en 2021 Darrell Cass, codirector del Texas Children’s Fetal Center, uno de los centros más respetados de Estados Unidos en cuanto a embarazos. ¿Que hecho definía así el doctor Cass? El que leerá a continuación. El de Lynlee, la beba que nació dos veces para no morir.
Del dolor a la gloria
Margaret Boemer recibió en 2016 el primer mazazo. La mujer, que vive en Plano, Texas, estaba embarazada de cuatro meses. Eran mellizos, pero uno de ellos no había podido sobrevivir. Era su tercer embarazo (tiene dos nenas) y las malas noticias no se detuvieron allí.
El segundo mazazo: la melliza que se salvó y llevaba en su vientre, tenía un teratoma sacrococcígeo. En brutal castizo: un tumor que se desarrolla en uno de cada 35.000 fetos, especialmente en nenas. Se desarrolla antes del nacimiento y crece en el coxis de un bebé.
Faltaba la tercera mala. Algunos de estos tumores pueden ser tolerados, pero en el caso de la hija de Margaret, la enfermedad era fatal. El tumor chupaba la sangre de Lynlee, lo que hacía que no pudiera crecer. Los médicos le dieron una solución a Margaret: abortar. Ella buscó otras respuestas.
El doctor Cass le dijo a Margaret: “Es como una pelea entre dos que quieren crecer. El tumor siempre gana y el bebé acaba muriendo porque su corazón no resiste el combate. Sólo tiene una chance”.
El Texas Children’s Fetal Center le ofreció hacer una cirugía fetal. Casi un imposible, pero era darle la última oportunidad a esa beba que quería llegar al mundo.
Así lo explica su madre: “Lynlee no tenía muchas oportunidades. A las 23 semanas, el tumor estaba cerrando su corazón, lo que la hizo entrar en insuficiencia cardíaca, por lo que la elección era entre permitir que el tumor tomara su cuerpo o darle una oportunidad de vivir. Para nosotros fue una decisión fácil”.
Apenas 1.200 segundos
Cuando la beba cumplió el sexto mes de gestación, los médicos iniciaron su operación. La beba abandonó la placenta por veinte minutos. Había llegado al mundo. Sólo por 1.200 segundos, el tiempo necesario para extraerle el tumor que ya medía lo mismo que la beba.
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