Alfredo Maldonado: ¿Tiene miedo el régimen?

Alfredo Maldonado: ¿Tiene miedo el régimen?

Es el mismo cuento que nos están echando hace veinticinco años, una especie comunistoide de aquella vieja pregunta (la recordarán venezolanos de tiempos mejores, décadas ha) de que si quiere que le cuente el cuento del Gallo Pelón, que no importaba qué respondiera usted la pregunta insistente y presuntamente aclaratoriamente, se repetía.

Es muy probable que Hugo Chávez –que como dice Lara Farías debe estar en el infierno lamiéndose las quemaduras con Fidel Castro- haya sentido miedo cuando lo sacaron de Miraflores y lo mandaron a La Orchila, y quizás si tenía algo de consciencia -o sea, si sabía todavía que era humano y se podría en manos cubanas o de médicos militares cuando se moría de cáncer- eso es normal en los humanos, pero de resto el chavismo gobernante, sea educado por cubanos, o rusos, o iraníes, o chinos o una adecuada mescolanza del terror, ha sido y sigue siendo eficaz ejecutor de sus estrategias de conservar el poder. No hay vacilaciones con el poder, se tiene o no se tiene, Chávez lo aprendió con el veterano Fidel Castro, Maduro lo ha aprendido porque lleva un montón de tiempo sumergido en su práctica y detalles.

Durante 25 años –que un cuarto de siglo ya es una contundente comprobación- primero Chávez y después Maduro han sido los que gobiernan, y los intentos de grupos y dirigentes opositores no han sido más que eso, intentos y, en demasiados casos, delirios. No debemos olvidar las vistosas envolturas, la pedantería de Enrique Mendoza, la chabacanería de algunos de sus compañeros, la vaciedad difuminada de Julio Borges, los alardes erróneos de Leopoldo López, incluso montándose en una estatua –busto elevado, para mas detalles- de José Martí, quien debió preguntarse, dondequiera que esté, quien era ese muchachón osado y equilibrista. Lejos estaba de imaginar que no sólo se le montaba encima, sino que tiempo después preso y torturado –al menos según él- se las ingeniaría para embarazar a su esposa. Y nunca deberíamos olvidar los desconciertos y vamos a dejarnos llevar de Juan Guaidó. La oposición ciudadana no ha escogido malos líderes, se ha dejado conducir por ellos.





Lo que que deberíamos pensar quienes somos lo suficientemente tercos para seguir actuando como opositores, a pesar de unos cuantos dirigentes nada confiables y mucho menos originales, que lo mejor que en ese largo lapso –Boves, la Guerra a Muerte, Páez y su astucia llanera, el ejército que trajo Pablo Morillo y Carabobo incluidos, la guerra de independencia duró la mitad- ha sido la gestación de María Corina Machado, impulsada no sólo por su propio talento sino también por algunos errores del régimen, y que por fin con ella podríamos echar del Gobierno a los chavistas y castromaduristas.

Que Maduro y sus empleados sumisos insistan en la trampajaula de la inhabilitación sin causas ni jueces no indica miedo sino, en el mejor de los casos, desconcierto, no estar hoy en día muy claros en lo que van a hacer, porque esta mujer ha escalado posiciones de liderazgo popular que no se veían antes, y es tan inteligente o más que todos los asesores comunistas de Maduro y su entorno y, por supuesto, mucho más que el grupo de opositores ansiosos y poco originales que no tiene más remedio de echarse al hombro –al menos por ahora, confiemos en que gobernará sin hacerles caso.

No tiene miedo el castromadurismo encandilado por Fuerte Tiuna y el brillo de las medallas con las cuales se decoran nuestros altos militares, lo que tiene es una pausa en el camino para decidir qué hacer, tomando en cuenta no tanto que Nicolás Maduro y su equipo no saben gobernar pero han venido aprendiendo –a gobernar como a robar se entrena uno, practica y se equivoca pero poco a poco va siendo más eficaz- pero ocupan el poder.

La única opción que no está sobre la mesa cívicomilitar del castromadurismo es entregar democráticamente ese poder, que no se alcanza ni se conserva con elecciones libres, limpias y democráticas, sino agarrándolo como se agarran los huevos del nido de un pájaro que canta mucho pero poca capacidad tiene para pelear. A menos que sea gavilán o águila.