Virtud o defecto, Gustavo Petro no es un hombre que se guarde sus opiniones. Al presidente de Colombia le cuesta callar. Es difícil encontrar un suceso —nacional o internacional— sobre el que no se pronuncie. Tres ejemplos recientes: condenó las acciones de Israel en Gaza, lo que provocó una crisis diplomática; declaró su apoyo al peronista Sergio Massa ante las elecciones presidenciales de Argentina, marcando una distancia con el ganador Javier Milei; y respaldó a Bernardo Arévalo para que asumiera la jefatura de Estado en Guatemala, ante las decisiones judiciales que parecían entorpecerlo.
Por El País
Petro cimentó buena parte de su popularidad en su capacidad para tomar postura, leer coyunturas y oponerse a las injusticias. Precisamente por eso llama la atención su silencio frente a la inhabilidad que las autoridades venezolanas impusieron sobre María Corina Machado, justo cuando ella busca competirle la presidencia a Nicolás Maduro y después de que el presidente colombiano haya criticado sistemáticamente las inhabilitaciones a funcionarios electos o candidatos a cargos de elección popular.
El hermetismo del primer mandatario es llamativo. Human Rights Watch le envió una carta solicitando su manifestación en contra de la inhabilitación de la líder opositora. La misiva iba firmada por Juanita Goebertus, directora para América de la organización, quien expresa a EL PAÍS su preocupación por el mutismo de la Casa de Nariño. “Es curioso que prefiera callar sobre este tema porque, además, tiene una estricta relación con él [Petro].
Se trata de una sanción a una persona que aspira a un cargo público, algo similar a lo que le sucedió. Yo creo que manda un mensaje de incoherencia en la defensa de los derechos humanos. Fue muy vehemente con la destitución de Pedro Castillo, en Perú, y, por el contrario, ha guardado silencio en este momento, como si primaran las preferencias ideológicas sobre su compromiso con la defensa del derecho al voto y a la participación”, señala por teléfono.
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