Echemos cuentas aunque las matemáticas mondas y lirondas sean, como dice la izquierda «woke», un instrumento heteronormativo, patriarcal y racista si no se abordan con justicia socioemotiva. Venga, arranquemos. «New York Post» dice que Fidel Castro tuvo 35.000 amantes. El dictador murió con 90 años. He preguntado a Alexa y me dice que una simple división da casi 389 mujeres anuales, más de una al día. Pero como suponemos que no ligó nada más nacer hay que restar. Si Castro empezó su vida sexual con 14 años, por fechar una suposición, y la concluyó con 80, que es la media –lo digo sin desanimar a nadie–, tuvo 66 anualidades de toma y daca. Vuelvo a preguntar a la maquinita y me salen 530 encuentros sexuales al año con mujeres diferentes. Sí, es una media de un desahogo y medio diario.
Por larazon.es
En esta situación solo caben dos hipótesis: o es una trola de los servicios de propaganda cubanos, o Fidel, bien entrenado y vitaminado, atesoraba el típico vicio del sátrapa consistente en que le facilitaban buenas revolucionarias dispuestas a la coyunda. Imagino que un #MeToo caribeño no es posible dado que Cuba es una tiranía. Por cierto, la Wikipedia dice en su biografía de Fidel Castro: «Considerado por diversas fuentes como dictador». Por supuesto, Batista sí aparece como dictador. ¿Y qué dice de Francisco Franco? En su primera línea: «dictador español». Lo mismo hace ChatGPT. ¿Castro dictador? «Es un tema controvertido y depende en gran medida de la perspectiva y la opinión de cada persona». ¿Y Franco? «Sí, fue un dictador». Vale. Volvamos al cubano.
Fidel tuvo dos matrimonios. El primero con Mirta Díaz-Balart, de la que se divorció, según dicen, porque cobraba de Batista sin hacer nada. No la dejó por recibir dinero sin trabajar, que es una costumbre muy arraigada en los revolucionarios, sino por cobrar de quien no debía. El caso es que en 1949 tuvieron un hijo, Fidelito Ángel. Atención, porque todos los hijos reconocidos por Castro tienen nombres que empiezan por «A». El motivo es que le gustaba esa letra y el personaje de Alejandro Magno. No pregunten más.
Mientras estaba en los montes haciendo la guerra a Batista se dedicó a hacer el amor a Natalia Revuelta, con quien tuvo otra hija en 1956, Alina Fernández (otra vez la «A»), que acabó fugándose a Miami en 1993. Pero a la vez que Naty engendraba a su hija, Castro se lio con María Laborde –es apellido, no mote–, con quien tuvo otro vástago, llamado Jorge Ángel. Paremos un momento. Fidel tenía 30 años entonces. Para que nos salgan las cuentas, hay que asimilar que el tipo tuvo entre el primer hijo y la última más de 3.700 amantes. Y eso sin una app de citas.
No todas fueron convencidas revolucionarias. Hubo alguna que resultó ser una espía de Estados Unidos. Es el caso de Marita Lorenz, que acabó publicando un libro. Marita escribió que Fidel no era un buen amante, sino un flojo y un narcisista. «Era más interesante durante las caricias que en el acto sexual –dijo–. Pero los dictadores son todos así». Y es que la señorita Lorenz tuvo con quién comparar porque frecuentó la cama de Marcos Pérez Giménez, el presidente venelozano. A Castro, afirmaba Marita, le encantaba mirarse al espejo y acariciar su barba, «necesitaba ser adulado y mimado, como un niño pequeño». Ella le habló de matrimonio y Fidel soltó una de esas frases de amante escurridizo: «Imposible. Estoy casado con Cuba».
A todo esto, Marita quedó embarazada. Los condones venían con las instrucciones en ruso, lo que complicaba su uso. A la hora del parto, los médicos le dijeron que el niño había nacido muerto, pero mintieron. Se llama Andrés Vázquez, que dicen que por la esquina del viejo barrio lo ven pasar, con el tumbao que tienen los guapos al caminar. Quizá fue entonces cuando la CIA vio el ánimo suficiente en Marita como para ordenar que asesinara a Fidel. No pudo. Es evidente.
Pero Castro ya estaba a otra cosa, entre otras, a llegar al récord de las 35.000 amantes. No le detuvo ni la crisis de los misiles ni Bahía Cochinos o el Periodo Especial por la hambruna, porque no hay día sin su afán. Sus escoltas decían que le gustaban las flacas, como a Pau Donés y su Jarabe de Palo. En una de estas conoció a Dalia Soto del Valle, quince años menor que él, con quien tuvo cinco hijos. Sí, todos con la «A»: Alejandro, Alex, Antonio, Alexis y Ángel. Cuando ya en sus últimos días preguntaban a Fidel por su época y su país, decía: «La Revolución es amor, chico».