“Siempre me dije que si podía ser exitoso viniendo de donde vine, entonces podría hacer cualquier cosa”, dijo alguna vez Abel Makkonen Tesfaye, hoy un nombre que necesita poca presentación pero una década atrás, sólo era un chico en las calles de Toronto con un gran amor por las drogas. Por aquel entonces, el cantante de The Weeknd creía que su mejor oportunidad para hacerse de un nombre en la industria de la música era escribir para otros artistas, como le dijo a la revista Rolling Stone, “En este momento pensé que sería una estrella de pop, me dejaría crecer el pelo, el acné en la cara, estaba escuchando artistas como Iggy Pop y Los Ramones o Afro Pop, pero evolucionas y te das cuenta de tu potencial. Luego es como, joder, sí, ¡vamos!” Hoy tiene 81 premios incluidos Grammys y dos récords Guinness.
Siempre ha habido un ambiente casi místico en torno a The Weeknd. Sus propias inseguridades y timidez hicieron que se reservará para dar entrevistas durante sus primeras apariciones. Este misterio sólo reforzó su imagen y atrajo más atención a su música convirtiéndolo en una de las estrellas más importantes de esta generación.
De Etiopía a las calles de Canadá
Abel Makkonen Tesfaye nació el 16 de febrero de 1990 en Toronto. Sus padres Makkonen y Samra llegaron a Canadá en los ‘80, desde Etiopía. Pero su padre los abandonó cuando Abel sólo tenía dos años; hablando con Rolling Stone el cantante dijo, “Lo vi vagamente cuando tenía seis años y luego nuevamente cuando tenía 11 o 12 años y tenía una nueva familia e hijos. Ni siquiera sé dónde vivía, lo vería por una noche. Estoy seguro de que era un gran tipo, nunca lo juzgué, no era abusivo, no era alcohólico, no era un imbécil. Él simplemente no estaba ahí”. Cuando la madre de Abel no estaba en la escuela nocturna, tenía diferentes trabajos, incluido el de enfermera o de catering. Para ayudar a su mamá con su apretada agenda, la abuela de Abel ayudó a criarlo. Su abuela vivió el llamado Terror Rojo de Etiopía -una violenta campaña de represión militar entre 1977 y 1978-, y a través de ella Abel aprendió a hablar su primer idioma, el amárico, lengua oficial de ese país africano.
El cantante fue criado como ortodoxo etíope. Cuando se le preguntó si todavía era religioso, dijo a Variety, “No sé… todo es una prueba, y si eres religioso o espiritual, tienes que pasar por cosas”. Era un chico solitario que soñaba con tener un hermano y asistió a una iglesia ortodoxa etíope donde le presentaron por primera vez a la música. El siguiente ícono que lo influenció hasta el día de hoy es Michael Jackson. El rey del pop se había convertido en un héroe para la gente de Etiopía a través de su canción We Are The World, dedicada a la nación. Abel citó que fue ese tema el que lo ayudó a encontrar su voz. En la escuela primaria estaba inmerso en francés, idioma que hablaba todo el día, lo que hacía que los otros niños se burlaran de él en el recreo. Al crecer en Scarborough asistió a la escuela secundaria Samuel Hearne y comenzó a amar el sonido de R & B de los ‘90. Escuchaba a Alaya, Missy Elliott, Neptunes y Timberland. Luego, comenzó a fumar marihuana cuando tenía sólo 11 años, y durante esa época Pink Floyd y Led Zeppelin entraron a su lista de música favorita.
Adolescencia pesada
Miraba mucha televisión y películas antiguas, y al no tener un modelo masculino en su vida, el cantante confesó que se crió por lo que veía en la pantalla. Más tarde asistió al instituto Birchman Park y poco a poco comenzó a usar drogas cada vez más fuertes. Cuando tenía 16 años estaba en una fiesta universitaria y perdió su virginidad en un encuentro borracho y descuidado, según recordó fue una experiencia horrible pero desde entonces ha tratado de compensarlo.
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